Es Sábado y la Resurrección está próxima. Todos lo sienten. No hay silencio en el barrio. Los vecinos se echan a las calles para ver su cofradía, para participar en su cofradía, para ser cofradía. Y la Hermandad sale a las calles alegre. En silencio pero con la alegría de volver a pisar estas calles que, humildes, abren puertas y balcones para que salga el espíritu solidario de sus moradores. Gentes que supieron hacer vecindad para levantar casas, que aunaron esfuerzos para sacar un barrio de la más absoluta de las nadas y que hoy, cuando su identidad está consolidada y se sienten orgullosos de lo alcanzado, vuelven a unir sus fuerzas para llevarlas en procesión recorriendo alegres sus propias calles.
Cofrades de silencio que se acercan en pacífica manifestación hasta viejas plazas y rúas para llevar un poco de su alegría. Una alegría que explota desbordante, seña de identidad, nada más atravesar el arco que les franquea la entrada al Ágora. Alegría nazarena para kilómetros de pasión. Escaleras imposibles para acercar su fe a la ciudad que un día, hace ya tanto que apenas queda el recuerdo, les volvía su espalda indiferente. Pero ellos, los cofrades, lo olvidan todo para darse a sus calles. A las calles de su barrio. Y su barrio, en este Sábado glorioso, son todas las calles de la ciudad. Y por un día, Sábado de Gloria, toda la ciudad se hace Pizarrales.
2 comentarios:
Tarde de alfombrar de flores el paso del Señor, en vísperas inmediatas de su Victoria encendida en el cirio, mientras Pizarrales se derrama por todas las calles en la última penitencial. Estaremos a la puerta esperándoles.
Allí estaremos, Lucano. Seremos de Pizarrales al menos por un día.
Cordialmente,
Félix
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