Pues aquí sigo. Pasan los días y no soy capaz de tomar una decisión clara. ¿Seré un irresponsable?
Es cierto, por lo que sé, que algunos ya lo dan por hecho y que, por lo que me cuentan, algunas tripas se han encogido aun sin que de mi boca haya salido palabra alguna. Lo dije y lo mantengo: en el mismo momento en que tome una decisión, los primeros en saberlo serán mis amigos, los que me visitan por aquí aunque no dejen rastro. Es un compromiso y como tal lo tengo.
La verdad es que esta cana a la que se asoció mi alma hace ya tanto tiempo que ni lo recuerdo (¡mecachis! ahora a lo de la próstata se le une un principio de demencia) tan pronto me anima a seguir adelante como, casi al tiempo, se me pone enfrente y me para los pies mirándome con ojos raros (-¿a donde quieres ir, iluso?-). Y el alma se separa de ella para llegar a caérseme hasta los pies.
La idea está clara, pero ¿es compartida? Los que me animan, la mayor parte de ellos sin comprometerse salvo dejar que el agua les roce la suela de los zapatos, saben que lo difícil está por llegar y que no es tarea para realizar en solitario y que no sólo son las buenas ideas, la ilusión o las ganas de trabajar, los materiales necesarios para llegar a buen puerto. Los que me animan saben, y me hacen saber, que se necesita un buen equipo, un excelente entrenador y el patrocinio de quienes tienen el mando. Que no se marcan goles desde la portería y que no sólo hace falta comprar las camisetas sino que hay que conseguir el relleno. Y yo sé que, sea como sea, el que se pone al frente será siempre blanco de críticas (fundadas e infundadas), aunque sólo don Tancredo fuese capaz de permanecer estoicamente frente al toro sin que se le adivinara en el rostro ni un gesto de miedo o dolor porque sabía que no estaba solo. Los que me animan saben que partiendo de la nada es más difícil llegar a un destino cierto y, por eso, mi cana se me enfrenta, me mira con sonrisa desafiante y ladea la cabeza en un gesto significativo (-¡infeliz!-). Mientras, mi Ángel de la Guarda (que es mujer, porque desde hace años, muchos años, mi Ángel es mujer aunque los demás sean asexuados) me deja hacer mientras vigila atenta mis pasos.
Sé que tengo que tomar una decisión para alegría de unos y pesar de otros. Y que tengo que hacerlo pronto, dejar de marear la perdiz (aunque sólo esté revoloteando en mi huera cabeza) y salir de la duda. Pero también creo que la reflexión es importante, que si uno quiere que las cosas sean serias debe tomarlas en serio y que todavía hay cabos sueltos que deben ser amarrados entre sí para comprobar la resistencia de la maroma.