¡Nunca confiaré en los tintes!
Lo único que consiguen es engañarme mientras los demás siguen viendo mi interior.


sábado, 31 de enero de 2009

Anodino

Desde que nació. Desde el momento mismo en que su padre lo tuvo entre sus brazos por primera vez, aquel niño estaba destinado a una educación concreta que le conduciría por caminos de triunfo y gloria hasta lo más elevado de la sociedad. Porque era la intención paterna hacer de él no sólo alguien de provecho, sino una persona que, por sí misma, tuviese el reconocimiento de sus semejantes.
Fueron sus primeros años un pedregoso camino en el que las formas y maneras, la urbanidad tal como se entendía en casa -donde la llamaban educación-, eran el único objetivo para rellenar las primeras páginas blancas de su libro vital. ¡Eso no! ¡Eso tampoco! ¡Ni eso! Y,... ¿eso? Órdenes y restricciones para hacer de él un hombre de bien, pero, sobre todo, para conseguir destacar entre los demás.
Fue haciéndose hombre, pero por dentro nunca fue persona. Crecía por fuera pero su interior seguía anclado en aquella educación infantil, familiar e inútil para los días que comenzaban a correr. Su padre, en su afán por hacer de él persona de éxito, se olvidó de dejarle volar con sus propias alas; lo mantuvo encerrado en una urna, transparente pero aislada del entorno, desde la que se podía ver el exterior pero en la que le resultaba imposible acercarse a éste, impidiéndole aprender lo que la vida tenía en oferta.
Jamás supo lo que era disfrutar, aunque pensó que lo tenía todo. Porque él sabía lo que aprendió en casa. Sólo lo que aprendió en casa. Y le parecía que eso era todo lo que había que saber para alcanzar la cima.
Consiguió el éxito. Su éxito. Pero nunca fue reconocido de puertas afuera. Nadie supo quién fue ni perduró en memoria alguna.
Nunca dejó de ser sino un ser anodino dentro de sí mismo. Y, cuando fue consciente de ello, no supo rebelarse y se abandonó hasta morir.

martes, 20 de enero de 2009

Pregonero

Aún estoy sorprendido. No sé si agradablemente, aunque espero que el tiempo, el poco tiempo que resta ya para el acontecimiento, sea corriente positiva y lo que ahora es duda se convierta en clara certeza. Espero que la sorpresa, una vez afirmada, sea agradable.

Leo, como todas las mañanas acompañando a la humeante taza del primer café, La Gaceta de Salamanca
¡Cómo echo de menos esa otra cabecera con su bicornio estudiantil, tocado de cuchara de palo, asentado sobre un grueso libro, y todo ello orlado por el "omnium scientiarum princeps" del Alma Mater!

Leo, decía, que mi amigo y compañero José Ramón ha aceptado el compromiso de pregonar nuestra Semana Santa y me alegro. Me alegro mucho. Porque sé que es valor seguro. Que no va a defraudar. De eso doy fe.

Lo sé porque he compartido con José Ramón muchas horas, muchos momentos, muchos discursos,... y sé que se le da bien. Que es capaz de comunicar, de ser cercano y de atraer a su orilla a todo tipo de público. Porque es un trabajador incansable que hace parecer sencillo lo que he ha costado gran esfuerzo.

Estoy convencido de que no será un pregón sobriamente litúrgico, ni académico, ni poético, ni cofrade. Pero sé que tendrá un poquito de cada uno de esos ingredientes para conseguir un texto que, en su fluir, mantendrá la atención de los asistentes.

Han sido muchos los momentos vividos con José Ramón y sin embargo, si él sabía de mi vida cofrade, yo nunca fui consciente de que él mantuviese relaciones con esta íntima pasión. Seguramente porque su tiempo se disuelve en tal cantidad de quehaceres que, si aquéllas existiesen, si hubiese algo de cofrade en él, estaría enmascarado por infinidad de velos. Así, podría considerar a José Ramón como cofrade homeopático. Pero, si en Semana Santa aún debe demostrar ese "valor" que ahora se le supone, en todo lo demás está más que sobrado, por lo que no dudo de que no sólo mantendrá el interés de los que nos reunamos para escucharle, sino que no nos dejará indiferentes. Y otra vez se volverán a unir las medallas del saber y del sentir, ahora en su voz.

Me alegro por su designación. Me alegro por su aceptación. Me alegro por su amistad.

Leo en La Gaceta Regional de Salamanca que el Rector Magnífico de la Universidad de Salamanca, Don José Ramón Alonso Peña, mi Rector, será el encargado de pregonar la Semana Santa salmantina y me siento alegremente sorprendido.

Espero que sea agradable. Un pregón sentido y agradable.

viernes, 16 de enero de 2009

Vuelvo al Sur

Todavía sigo aquí, recuperando el habitual ritmo tras los excesos navideños. Opulencia adventicia que, por un lado u otro, nos pasa factura aunque le volvamos la cara y le queramos enseñar lo más crudo de nuestra indiferencia.

Sigo aquí, confiado en poder superar los propósitos de comienzo de año, olvidarlos lo antes posible sin ansión y recuperar esa rutina que me ofrece completa seguridad por ser la que he comprobado, con la experiencia del día a día, como más conveniente para mí.

Todavía sigo aquí, visitándome a diario y con el remordimiento en mi conciencia de hacerlo tan de puntillas que apenas dejo rastro. Y aunque todos los días me diga lo mismo: -¡a ver si pones algo nuevo!-, cada vez me cuesta más mantener lo que debiera ser sencillo y, sin embargo, veo por momentos más empinado.  O quizá no es que se agudice la cuesta arriba, sino que ha sido así desde el principio y soy yo el que ahora me hago consciente de ello. Porque me doy cuenta de que me quejo y me quejo de esta dificultad, de esta sarna que me horada el alma gustosamente, pero que, a pesar de todo, incido y reincido en ella, dejando de vez en cuando algo de mi interior. Y si desde el principio existía la pendiente, será porque debe ser así. Algo que no necesariamente deba renovarse con frecuencia pero que visitemos rutinariamente para poder comprobar que nada ha cambiado, que todo sigue establemente igual. Para qué buscar otra explicación. Y me asiento confiadamente en esa ausencia de cambios, curándome los temores de enfrentar algo nuevo. Pero de vez en cuando es agradable, si no conveniente, mover las cosas de sitio para sentirlas vivas. Y esto lo digo yo, alguien a quien la rutina acompaña soldada a su sombra. Alguien que cumple escrupulosamente horarios, repite actividades, realiza recorridos, ostenta gestos y mantiene amigos con tal fidelidad que se incomoda cuando algo altera el curso de lo habitual.

Por eso, de cuando en vez, me lío la manta a la cabeza (bueno,... me la lían), y cambio de aires. Me voy a otras tierras a vivirlas como mías y me empapo de acentos que me hacen sentir cómo se me vuelca el corazón. Acentos que, aunque para algunos de los que viven al septentrión del afilado Despeñaperros sólo sirvan para ser elemento consustancial de situaciones chistosas o como parte idiosincrásica de personajes forzadamente graciosos siempre de bajo estrato, me abren los sentidos al azahar que flota permanente en el aire, mientras mi mirada recorre calles y plazas que, por conocidas, siempre me sorprenden en su novedad. Lugares cuyo nombre se pierde entre las entretelas de mi recuerdo. Momentos que revivo en la distante lejanía, cuando los hielos se adueñan de la dorada piedra meseteña, perdiéndome imaginariamente entre Nazarenos y Dolorosas hasta que mis sentidos se embotan de incienso y cera quemada. Perdiendo mi mirada en el Cristo de la mirada perdida, mientras me observa su Madre, la de verdes ojos.

Es este sur que nos atrapa con cantos de sirena que son saetas. Que nos gana mientras nuestros pasos rachean hasta esas tabernas en las que nos sentimos como en casa propia. Que nos deja ser bulla en glorias y penitencias. 

Que se nos acerca con una ramita de romero mientras suena de fondo el tintineo de las calesas. Que nos atrapa en su albero mientras los maestrantes se organizan en cofradía de barrio. Que nos acaricia con aromas de feria mientras la Inmaculada sonríe a los Seises.

Que nos alimenta con pringás y chacinas sin envidia de potajes cuaresmales. Que nos acoge en Pureza mientras nos mira curiosa desde la otra orilla. Que hace primavera desde septiembre hasta junio para nosotros. Que nos recorre por dentro mientras la gastamos por fuera.

Es este sur, que unos dicen Sevilla y otros Triana (...que no es igual), al que vuela mi cana cuando se cansa de la fría rutina castellana y al que me acerco cada vez que se me permite para vivirlo con mi gente aunque nuestro acento marque diferencias.

Ahora, todavía sigo aquí aunque envuelto en el sopor de un recuerdo que, por real, aún está ahumado por el salado vapor de los castañeros de Campana. Y me alivia en mi rutina recién recuperada. 

lunes, 12 de enero de 2009

Campeón de nuevo

Ayer, después de diez días estrenados en el nuevo año, he visto cómo mi admirado don Miguel ha logrado superar con éxito todas las etapas realizadas desde el último día de diciembre y finalmente se ha visto orlado, por fin y por segundo año consecutivo, con la famosa corona de laurel. Una corona que, cual bufanda, aparecía rodeando su frío cuello de bronce aprovechándose, además, de la carga de hombros que le convierte en una figura sin igual.
En su momento pedí para él un recuerdo en forma de pajarita. Creo que me equivoqué. Ahora veo claramente que lo que necesita, como complemento ideal, es un "maillot" amarillo o dorado, que da igual, cubriendo su levita. Así, todos podremos ver sin dudar una gran figura y la corona no desmerecerá. Por eso propongo que ya en el mismo momento del homenaje, el ilustre responsable del mismo la sitúe directamente sobre sus hombros en lugar de ponerla a sus pies, a disposición de cualquier desalmado que pudiera hacer con ella alguna barrabasada.

Además, y rompiendo el hilo de lo anterior, tras casi una semana, he sido capaz de sacar brillo a mis zapatos. ¡A todos mis zapatos! Así que, como todos los santos tienen novena, los Magos en su festividad de revelación no van a ser menos. He vuelto a escribir la carta e inmediatamente he recibido respuesta en forma de regalo inesperado. Me han dejado... un cepillo, una bayeta y una caja de betún.
¡A mí con indirectas!

lunes, 5 de enero de 2009

Zapatos sucios


He decidido que hoy no pienso limpiar mis zapatos.
No sé claramente las razones que me han llevado a tomar esta decisión. Seguramente es un conjunto de ellas lo que me ha hecho ver con claridad que no he sido todo lo bueno que sus majestades esperaban de mí para este año.
En el fondo de mi alma sigue el niño que siempre ha esperado este día como el más mágico de cada año. Un niño que sigue escribiendo su carta con letra temblorosa y que espera la llegada de los Magos con atenta ilusión. Pero debe ser que el niño crece aunque no quiera y descubre que no todo es como él quisiera. Que no todo es como él imagina. Que los días se te vuelven en contra y debes reaccionar con madura actitud, sacando al adulto que acompaña a ese niño ya desde hace tiempo. Un adulto que, cargado de responsabilidades, defectos, miserias y obligaciones, empequeñece, aún más si cabe, al pequeño cargado de ilusiones, y te obliga a ver una realidad cada día más cruda.
Sé que los Reyes, a pesar de su carácter eternamente mágico, no van a poder hacer nada. Sé que los Magos únicamente van a tener la referencia del tránsito anual y van a comprobar, con gran pesar, seguro, que este año no he sido bueno. Que aunque lo he intentado, las cosas no han salido como debieran y que no he sabido cumplir con mi compromiso de adulto. Que el balance es más oscuro de lo que se esperaba y que sólo merezco un gran saco de carbón para acompañar a mi sucio calzado.
Hoy no sacaré brillo a mis zapatos porque sé que no lo merezco, pero aun así he escrito mi carta llena de peticiones a Melchor, a Gaspar y a Baltasar. He escrito mi carta llena de compromisos para el futuro, promesas que espero poder cumplir para, dentro de un año, cambiar de sitio en la lista de sus majestades. Compromisos que hago sin tener en cuenta que dependen no sólo de mí. Pero lo voy a intentar, porque el año próximo quiero volver a tener mis zapatos limpios y, lleno de ilusión, recibir mis regalos como un niño bueno. Supone un gran esfuerzo, lo sé, pero sé que ese adulto que siempre me acompaña va a velar por que los cumpla responsablemente.
Aun así, no pierdo por completo la ilusión y espero que junto al saco de negro carbón haya algo acompañándolo.
Les dejaré leche y galletas, me acostaré temprano, dormiré velando por su llegada y confiaré en su gracia.
Mañana será otro día.

sábado, 3 de enero de 2009

Una cana en el alma


Hoy hace un año que descubrí esa cana que unos días ablanda y otros endurece mi alma. ¿Feliz aniversario? No lo sé, pero, como en la familia Borbón que nos reina, sólo pienso celebrar los aniversarios redondos. Así que aún me faltan nueve para poder hacerlo. Espero que mi cana resista hasta entonces.