Quienes me conocen saben que aparte mi Pasión, la mayúscula, tengo otras pasiones más pequeñas pero que se encargan de completar ese no sé qué que me acompaña día a día. Los libros y las estilográficas son esas aficiones que guardo desde los años de infancia, cuando tenía que acudir cada dos por tres al garito de don Ángel y gastarme parte de mis ahorrillos en "otra" nueva Inoxcrom 77 pues ninguna de las que tuve por aquellos días llegaba a superar las duras pruebas de resistencia a las que eran sometidas entre mis pueriles manos. Y el parque de plumas estropeadas aumentaba y aumentaba al tiempo que yo pasaba los cursos. Y ese puede ser, quizá, el origen de esta pasión mía por estas herramientas de escritura. Cada una con un recuerdo; cada una con un sentido; cada una con un cariño.
Ayer, una nueva estilográfica se vino a sumar a las demás. Una preciosa pluma de refulgentes brillos en su negra resina se ha incorporado inesperadamente a la vitrina en la que reposan las otras, muchas ajadas y otras rotas, pero todas exponiéndose orgullosas de una vida plena. Un ejemplar de la Montblanc Anniversary edition ha llegado a mi alma, pues viene cargado de mucho más que lujo y diseño. Es una estilográfica que ha salido del cariño de quienes sabían que no era necesario, pues el cariño, aunque a veces nos cueste enseñarlo, nos lo sabemos a flor de alma y, aun en la fría distancia, es lazo invisible que nos mantiene unidos sin esfuerzo.
Ayer, he abierto ilusionado una caja en la que solo esperaba encontrar una nueva estilográfica y me he sorprendido al ver que, abrazándola, protegiéndola y añadiéndole un valor que jamás tendrá cualquier otra, venían cuatro pedazos de cuatro corazones para hacer de todos uno. Para unirse al mío, resquebrajado, y tapar sus grietas y ser uno para siempre. Sin fisuras.
Ayer, he recibido lo que, por sabido, no necesitaba. Pues nada de lo hecho esperaba recompensa, aunque nos venga bien, de vez en cuando, sabernos y sentirnos queridos. Y, como siempre, cuando tiene que ser el corazón el que hable por nosotros para manifestar el agradecimiento sentido, aquél se oculta en lo más recóndito de sus lugares íntimos y se nos quedan frío el rostro y cortadas las palabras por mucho que luchemos para que esto no sea así. Pues ese agradecimiento que apenas se me vio en la expresión de mi cara, no sé bien por qué, quiero traerlo ahora y dejarlo aquí, a la vista de quienes quieran fijarse en él. Que se me vea el orgullo de contar con cuatro hermanos que me quieren y la ilusión de sentirme querido.
Ahora soy yo el que debe agradecer todo lo que, desde el silencio, habéis hecho. Con el alma, ¡gracias, hermanos!