¡Nunca confiaré en los tintes!
Lo único que consiguen es engañarme mientras los demás siguen viendo mi interior.


miércoles, 10 de noviembre de 2010

José Adrián Cornejo nuevo presidente de la Junta de Cofradías

Aprovecho el título de una de las secciones del foro cofrade salmantino llamado "Nuestra Semana Santa", del que soy asiduo lector (aunque siempre mirando desde detrás de las cortinas), para hacerlo mío esperando que ello no suponga malestar a sus propietarios.

Creo que se lo debía, aunque he dejado reposar el tiempo, conscientemente, para que se posase todo lo que estaba flotando en el veraniego aire cofrade.
He querido esperar para asentarme y dejar que se asiente. Para que las lenguas que se desataron en su día hayan vuelto a encerrarse en su lugar habitual. He dejado pasar esos "cien días" que, no sé muy bien por qué tradición, se conceden a quienes estrenan cargo como plazo para demostrar lo que traen entre manos. Y, porque sé que él no lee estas cosas, que no es amigo de foros y blogs virtuales que siempre le dejaron frío, me decido a dejar por escrito lo que desde un principio he pensado.


Cornejo es mi amigo, aunque últimamente nuestros distintos quehaceres nos hayan distanciado más de lo que quisiéramos. Es mi amigo aunque algunos hayan querido vernos como adversarios en una lucha que nunca existió. Y, como amigo, lo primero a lo que me debo es a manifestarle mi sincera felicitación y, aunque lo sabe, ponerme a su servicio sin condiciones, como cofrade y como amigo.
Creo que conozco a Jose (sí, así, sin tilde), aunque pudiera estar equivocado, y sé que es, ante todo, un buen hombre, serio y responsable, que puede llegar a llevar las riendas de la Junta de Semana Santa con habilidad, discreción y eficacia. Porque el presidente de la Junta es persona dialogante y trabajadora que, a poco que haga, subirá el listón de su predecesor.
Tiene retos que, en mi modestísima opinión, tendría que haber asumido ya, sin dejar pasar el tiempo, pues ha habido suficiente lapso desde su toma de posesión como para no dejarlos esperar, pero su prudencia, estoy seguro de ello, le ha condicionado y aguardará al comienzo de un nuevo ciclo para poner definitivamente en marcha su mandato.
Se oye que pretende realizar cambios en algunas de las cuestiones que a muchos nos han dado tema de tertulia, como el manido concurso fotográfico, el que parece que será cambiado aunque aún no se haya hecho público ni el cómo ni el cuándo. Que quiere agarrar el toro del Viernes por sus cuatro cuernos y poner orden en su Procesión General. Que asume su función de canalizador de intereses y que habrá cambios en materia económica.
Sé que tiene handicaps que son como inmensas rocas casi inamovibles en su camino, aunque nada hay imposible. ¿Que hay un agujero económico que ni él mismo sospechaba?, pues a ponerlo en claro ante todos, arrimar el hombro y buscar soluciones; que para eso se hicieron los convenios. ¿Que hay miembros del Pleno de la Junta que apuestan por el inmovilismo?, pues diálogo (que a él le sobra) y mano izquierda hasta su convencimiento; aunque a veces haya que enseñar los dientes. ¿Que la diócesis, a través de su jerarquía, también tiene algo que decir?, pues a escuchar y acatar lo que sea de acatar, pero sin que las concesiones supongan la pérdida de dignidad de la propia Junta.
Sí, es cierto que se enfrenta a un gran reto. Pero él puede, aunque le suponga más esfuerzo del previsto.
Además, para equilibrar la balanza, siempre le queda su otra pasión. Esa que le hace quitarse la corbata cada fin de semana para enfundarse la camisola "rossonera" de su equipo de toda la vida y dirigir, siempre dirigir, a sus muchachos hacia victorias, las más, o derrotas, las menos, pero siempre con un magnífico ambiente en el equipo.
¡Ah!, y por supuesto, sus amigos. Porque nunca renunciará a cuidar a sus amigos aunque tenga que quitarse el tiempo de su propia vida. Pues es fiel. Sobre todo es fiel y conserva a su gente por encima de todo. Seguirá, imagino, con sus reuniones de compañeros y con sus visitas a los que ahora andan más necesitados que él; esos que siempre estuvieron a su lado.
A partir de ahora, cuando se cumplen los plazos de esa confianza inicial en la que todo se tolera, es cuando debemos comenzar a analizar su trabajo, a exigirle respuestas, a examinar sus actos y a apoyarle en sus propuestas, siempre que vayan acordes con lo que para cada uno de nosotros sea el buen camino.
No es la primera vez ni la última que lo diga y él lo sabe. Sólo hace falta echar un poco la vista atrás para poner sobre el tapete mis propuestas y usarlas, si le sirvieran, como si fueran suyas. Sabe que cuenta conmigo, con nosotros, para echar una mano en lo que necesite, en cuanto lo pida y para sacar adelante esta pasión que a todos nos aúna. Porque hace falta una revolución y ésta no se hace sólo con generales. Hacen falta soldados anónimos que luchen por que las cosas cambien; para salir de ese pozo en el que algunos despreocupados nos metieron, seguro que involuntariamente, y del que por ahora sólo vemos la luz asomándose hacia nosotros a través de un brocal que debe ensancharse, poco a poco, pero lo antes posible.
Querido Jose (sí, así, sin tilde), ¡enhorabuena!
Señor presidente, ¡a su servicio!

jueves, 4 de noviembre de 2010

Mi Moleskine

Desde hace tanto tiempo que me veo incapaz de precisarlo, he sido un apasionado de los cuadernos y libretas. Pero no de cualquiera de ellos, sino de esos modelos, no sé si clásicos o antiguos, a los que me acostumbré en la infancia y a los que me quedé agarrado de por vida.
Son libretas de tamaños variables (cuartilla, octavilla,...), formas (vertical, apaisada) y colores diversos (rojo, negro, verde,...). No me importa el número de hojas aunque siempre las preferí "gorditas". Me da igual si son rayadas o en cuadrícula, pero siempre, siempre, de unas maravillosas tapas de hule que no dejo de tocar y que me subyugan desde cualquier escaparate o estantería en las que se encuentren expuestas, empujándome a adoptarlas como si de huérfanas se tratara.
Libretas de campo, de notas, de viajes, de dibujos, de... cualquier cosa, pero siempre de blando hule. 
Hace un tiempo, sólo unos meses, me atreví a ser infiel no sé si a mis libretas o a mí mismo y una de las famosas Moleskine pasó a engrosar la colección de cuadernos. Es una de pequeño tamaño, Ruled Notebook pocket la llaman, que he intentado llevar en uno de mis bolsillos como compañera de notas. ¡Una Moleskine en mi bolsillo! Pensé que, sabiendo de su historia, sería buena compañera aunque testigo permanente de mi infidelidad. Y de verdad que lo he intentado. Tanto, que de llevarla ha envejecido como si hubiera compartido pelusas en los bolsillos del mismísimo Hemingway mientras disfrutaba de sus admirados encierros sanfermineros. Tanto, que cuando anotaba algo en ella intentaba sentirme cual Chatwin viajero. Pero quia. Ese tacto duro de sus negras tapas me pone en guardia desde que desligo la goma que la abraza. Esa rigidez, seguro que buscada por aventureros y buscavidas, se me atraviesa y hace que apenas me salgan las letras a derechas. Una sensación que, a mi pesar, me hizo ir abandonandola para volver a lo que nunca debí dejar de lado. Para recuperar el dulcemente blando tacto de mis libretas de hule.
Ahora, cuando tenía perdida toda esperanza de poder aunar su tradición y la mía, acabo de descubrir una nueva libreta de hule. Tierno hule negro que en su trasera lleva grabado un nombre: "MOLESKINE".
Nueva Moleskine, Ruled Soft Notebook pocket la llaman, que permitirá conjugar mis deseos.
Estoy deseando romper el precinto y manosearla hasta gastar las yemas de mis dedos. Pero, como si no quisiera estropearla, me resisto a hacerlo mientras la miro y la remiro imaginando lo que llegará a contener cuando llegue a su final.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Uno menos... uno más

Un año menos para alcanzar las bodas de oro. Para pasar a ese "otro lado" en el que uno comienza a sentirse un poco más viejo o algo menos joven. Cuando, por más que se quiera, la botella se va viendo más medio-vacía que medio-llena.
Hoy, cuando voy viendo cerca lo que puede suponer medio siglo, he buscado alguna sensación en los adentros y lo único que he encontrado es lo que me dejé ayer olvidado. No hay nada nuevo. No me siento peor aunque esta maldita próstata lleve ya casi tres años insistiendo en que lo de la eterna juventud es, en lo físico, una falacia, aunque el espíritu no envejezca a la misma velocidad. Y mi cana se da cuenta de que, a pesar del paso de los años, aún permanece estoicamente solitaria, pues sólo se ha visto acompañada, de cuando en vez, por algún brote esporádico de compañeras que jamás llegaron a pájaros nuevos. Renovación para no dejarse invadir por melancólicas sensaciones producto de pasajeros contratiempos.
Me miro al espejo, a ese espejo del interior mucho más fiel que cualquier otro, y me veo como ayer. Esa verruguita que me viene acompañando fielmente en los últimos tiempos; ese nevus que es casi tan viejo como yo y esas ojeras que me dicen, todos los días, que debería dormir algo más aun a costa de dejar de hacer otras cosas. Me duelen los huesos y pierdo vista. Me canso subiendo y bajando. Se me pierden las cosas entre las arrugas de la mente y me veo incapaz de poner nombre a las caras o cara a los nombres. Recuerdo como si de ayer fuera lo que me viene de infancia y olvido lo que tengo que hacer mañana... ¡Coño! Me hago viejo aunque aún no haya alcanzado los cincuenta. Pero me siento como si jamás hubiese cumplido años. Asentado en una magnífica vida, cada día más plena y en la mejor de las compañías. Aún mantengo las ilusiones que pude tener a los dieciocho, o a los veintiocho, o a los treinta y ocho. Me veo como si estuviera empezando aunque sepa que ya lo dejé todo hecho.
Iré a ver a Martín, el santito negro, como todos los tres de noviembre.
Pierdo barriga y me siento bien.
¡Hoy cumplo años!

martes, 2 de noviembre de 2010

Relax en el alma

Ocho días. Ocho magníficos días en los que mar y monte han conseguido relajar mi alma y sacarla del anodino mes de octubre en el que todo y nada se juntaron para dejarlo en blanco.

He respirado aires venidos de allende la mar océana. Aires que han calado hasta imaginarios tuétanos mientras pateaba playas y rocas en busca de seres, de pequeños animales de formas sorprendentes, con los que formar a futuros científicos que ahora se abren con interés infantil a todo lo que se les ofrece. Sal marina que se diluye y deja un poso que permanecerá, ahora indisoluble, durante el resto de sus vidas. Días de convivencia que se recordarán con cariño y noches de camaradería que tatuarán el alma. Lo sé por propia experiencia.


Casi sin solución de continuidad, he mojado cuerpo y alma con lluvias eternas entre bosques de indescriptibles colores.

Sorprendentes hoces horadadas en roca por la persistencia de ríos surcándolas desde antes de que nadie pudiese tener conciencia de ello. Montes en cuya cima hemos llegado a tocar las nubes, que es como palpar el cielo. Cuevas en las que su propia inmensidad, forjada gota a gota, nos empequeñecía para dejarnos caer en la cuenta de lo poco que somos aunque nos creamos supremos. Ríos de aguas desbordantes mostrándonos, otra vez, la imparable fuerza de la naturaleza. Agua, siempre agua, acompañándonos y empapándonos mientras nos sorprendíamos a cada paso dado.

Ocho días de disfrute inmenso, de recuperación de lo que quizá nunca perdí. Una semana alejado de mesas de despacho y taburetes de laboratorio para hacer de la propia vida el mejor lugar para completar el experimento que nos diseñaron. Sabiendo, como siempre, que los santos y difuntos nos acompañan aunque nosotros hayamos cambiado el momento de íntima soledad junto a la losa en la que sólo un nombre nos recuerda que están allí, por la amplia serenidad de costas y montes. Que hemos cambiado flores de un día por alumnos y amigos. Pero acá o allá, solo o en multitud, no olvido que es día de recuerdo, de cariñoso recuerdo, y vuelvo a la realidad. Hoy, día de difuntos, regreso solo a la rutina diaria pero me siento acompañado. Siempre acompañando.