¡Nunca confiaré en los tintes!
Lo único que consiguen es engañarme mientras los demás siguen viendo mi interior.


sábado, 28 de marzo de 2009

Christus - Χριστός

He asistido, como todos los años desde que comenzó esta última etapa (desconcertante en cuanto al numero de ediciones), a la presentación de la que debiera ser revista cofrade por excelencia en esta Salamanca que ya comienza a quitar las arrugas a túnicas y capirotes.
Es Christus la revista oficial de la Semana Santa. Oficial porque es editada desde la Junta de Cofradías, Hermandades y Congregaciones, pero nada más. Porque no acaba de "enganchar".
Un vistazo con la profundidad que me ha permitido el escaso tiempo que he tenido desde que la tuve en mis manos por primera vez, me ha dejado apreciar que ese duende que, como se comentó en el acto de presentación, circula entre linotipias y cajas de imprenta, no es duende sino troll. Gigante mal encarado, violento, huraño y analfabeto que, además de cambiar de sitio las cosas, debió secuestrar al corrector de pruebas de la publicación, impidiendo que realizase su trabajo en libertad.
Errores, erratas y faltas ortográficas que dicen poco en favor de la calidad de esta revista, desmereciendo las aportaciones de quienes, ajenos a esta pasión, se han prestado a dotar de calidad sus páginas.
Menos mal que, olvidando al ogro, la lectura de gran parte de sus textos merece la pena para entretener estos últimos días de Cuaresma que ya nos abocan a la contemplación de nuestras imágenes en las calles como vía para celebrar en la Pascua la alegría de la Resurrección que nos salva.

viernes, 27 de marzo de 2009

Aniversario Dominicano


El día 27 de marzo de 1944, lunes, la nueva Hermandad Dominicana del Santísimo Cristo de la Buena Muerte recibía la aprobación de sus Constituciones con la firma del recordado fray Francisco Barbado, Obispo de Salamanca.
Ese mismo Viernes Santo, 7 de abril, las calles salmantinas vieron la primera salida penitencial de esta Hermandad en Cofradía y la aprobación popular fue unánime. Una más que cálida respuesta fue la que recibieron todos aquellos que acompañaron al Cristo de la Buena Muerte y a Nuestra Señora de los Dolores en su recorrido.
Fue una salida que, aparentemente precipitada, se cuidó en sus detalles. Eran días de fervor popular y todos los vientos soplaban a su favor.
Nada más concluir la procesión, el número de candidatos a hermanos creció abrumadoramente.
Fueron tiempos de inagotable actividad, en los que la preocupación de unos cuantos, recordados por todos, fue el motor que nos ha impulsado hasta estos momentos. Porque, aún hoy, se mantiene en muchas de las actividades de hermandad ese espíritu que esos pocos supieron infundir.
Son sesenta y cinco años los que han pasado. Son muchos los momentos buenos y malos por los que ha tenido que pasar esta aún joven Hermandad. Alegrías y decepciones, alientos y zancadillas, sonrisas y lágrimas. Pero ahí está. Ahí sigue, preparando una nueva salida penitencial como si hoy fuese aquella primera vez. Y seguirá su senda cuando muchos no estemos, para llegar a otros sesenta y cinco.
¡Felicidades Dominicana!

Nazarenos

Desde hoy tengo tres nazarenos en casa y una "soledad" en el alma.
Nazarenos anónimos, a los que poner nombre, que nos dan su espalda y dejan que juguemos a adivinar sus rostros. ¿...Por qué no yo uno de ellos?
"Soledad" que ha encontrado el resquicio por el que penetrar e inundar alegremente ese alma que siempre he protegido férreamente con la blancura de mi cana, pero que, ahora, se deshace gustosa cuando la negra sangre que brota de un corazón bueno se mezcla con esa otra verde que recorre nuestras venas. Verde y negro será iluminar la espesura. Negro y verde será afianzar el respeto. Verde y negro será el sello innecesario de una amistad forjada poco a poco. Esperanza y catafalco para las vueltas de un capote en el que las imágenes de los más grandes, de la Señora y del Señor (sí, esos que te cuidan desde los blancos azulejos), dejarán sitio para los recién llegados.
"Soledad" siempre en compañía. Ego y Alter Ego; Ying y Yang; Blanco y Negro; Cera y Puya... "Soledad" de los que son uno y dos al tiempo. Conflicto binario. Misterio de dualidad.
Tres nazarenos a los que podré poner nombre y que me harán vivir la Pasión todos los días con sólo admirarlos. Y yo, agradecido, sólo sabré decirlo desde mi cana. Me faltan las palabras...

jueves, 26 de marzo de 2009

Jacarandá


Siempre pensé que era palabra llana, pero ahora que he descubierto la agudeza de su tilde me gusta aún más.
Siempre pensé que debía pensarla en femenino, pero ahora que he descubierto su masculinidad creo que es adecuado género.
Es el jacarandá un árbol. Árbol americano de fragantes flores violáceas. Flores nazarenas a las que Arcángel dedica esta seguiriya cantada a la antigua. Flamenco puro en una voz limpia. Aromas que envuelven, como los azahares sevillanos en días de primavera. Morado y azahar. Incienso nazareno que me transporta, sin saberlo, a la Sevilla que siempre admiro.

Sea, pues, esta Jacarandá de Arcángel con "vistas" de "mi" Sevilla.


lunes, 23 de marzo de 2009

¿Lazos blancos?

Ayer, "día del cofrade" en esta Salamanca que nos vive, tuve la oportunidad de apreciar otra muestra más de la improvisación de quienes deberían llevar el estandarte de nuestra Semana Santa.
Resulta que, al finalizar la eucaristía en la que los cofrades (cada año menos) celebrábamos este día (cada año más carente de sentido), se convoca a los hermanos mayores presentes para, en el zaguán de la Catedral y a salto de mata, citarles para una reunión plenaria, ya convocada en la prensa local desde que ésta se hallaba en los kioscos. ¿No hubiera sido más correcto haber invertido el proceso? En fin, más de lo mismo.
La idea, patente ya en la noticia publicada, es decidir si las cofradías, hermandades y congregaciones salmantinas se suman (digo bien, se suman) a manifiestos, actos o reacciones convocados por otros en otros lugares. Algo poco original, pues, como siempre tienen que venir de fuera a abrirnos los ojos. En fin, a pesar de todo, más vale tarde que nunca.
Según la prensa, se mantendrá una reunión extraordinaria del Pleno de la Junta de Cofradías para tomar una decisión conjunta sobre la adhesión a alguna de las diferentes convocatorias o hacer algo propio, diferente a lo que proponen otros cofrades, cofradías o juntas de Semana Santa de las diferentes localidades españolas que ya se han pronunciado de alguna manera en este sentido.
En principio, siempre pensé que como cofrades, por el mero hecho de ser iglesia, no hacía falta manifestar una postura institucional en defensa de la vida y, por tanto, contraria al proyecto de ley que pretende "regular" el aborto (interrupción del embarazo, dicen ellos), propuesta desde el Ministerio de Igualdad. Una simple adhesión al comunicado de la Conferencia Episcopal, obviando simplezas felinas, y todos satisfechos. Todo lo demás, debería pasar por el compromiso personal y su manifestación en cualquiera de las formas que tenemos a nuestra disposición (yo ya lo hice firmando el Manifiesto de Madrid).
Ahora, después de que, tras la aparición de la noticia en los distintos medios locales, han comenzado las posturas y opiniones de unos y otros, veo que la cosa no es tan simple. Que la postura no es unánime y que existen numerosas justificaciones para opinar sobre cualquiera de las dos opciones, favorable o contraria.  Allá cada cuál, por supuesto, pues el libre albedrío es lo que tiene de bueno. Pero también está la conciencia y la lógica impone que deben jugar en el mismo bando.
Veo, oigo y leo argumentos que, queriendo basarse en la razón, muestran gran falta de información.
Hay quienes, por lo que manifiestan, no se han planteado jamás (o lo hacen de manera incorrecta) lo que supone el compromiso cofrade, pensando que es algo accesorio a su "otra" vida, a la del día a día, y son capaces de separar con claridad una cosa de la otra. Que la Semana Santa es sólo "eso" y que no se debe mezclar con otras actividades personales, todas ellas políticas aunque no lo parezca.
Hay quienes, ahora sí desde el más absoluto desconocimiento, sientan cátedra científica y emplean términos y argumentos a los que están poco acostumbrados, errando en su discurso. Y esto, para justificar una posición ambigua, carente de compromiso. Desconozco sus razones y, por tanto, no me encuentro capaz de criticarlas. Pero, objetivamente, creo que no sólo es que vayan en contra del hecho de ser y sentirse cofrade, sino que son contrarias a la doctrina de la iglesia que todos, como bautizados, debemos aceptar. No me vale la fe del carbonero. No me vale que adaptemos la fe a nuestra comodidad y la empleemos como una herramienta útil sólo para determinadas situaciones.
Hay quienes ven de forma simplista la postura de la jerarquía eclesiástica, a la que se oponen más por tradición que por análisis argumental. Serán éstos los que, mezclando churras y merinas, sólo vean arcaísmo y prepotencia, pero "de oído" o, como mucho, tras una visita indiscriminada por distintas páginas electrónicas proporcionadas por cualquiera de los servidores utilizados habitualmente y, por regla general, poco objetivos si no se expurgan adecuadamente. O blanco, o negro.
Hay quienes, en su tibieza, son incapaces de levantar la voz. Así. Sin más.
Hay quienes utilizando adecuadamente la información y la razón, toman una postura concreta y valorada, tanto en una vertiente como en la otra, con capacidad de justificarla, aunque en clara contradicción con la premisa básica que es la pertenencia al cuerpo de la iglesia en caso de defender la postura contraria a la vida.
No es cuestión de lazos prendidos en el hábito. No es cuestión de adherirse a comunicados o manifiestos. No es cuestión de pancartas en las procesiones o parones testimoniales (que ya tenemos bastantes paradas en nuestras salidas penitenciales sin necesidad de argumentos). Es cuestión de que cada uno de nosotros tenga conciencia de su compromiso; de que no sólo es salir con un cirio y con la más íntima de las devociones; de que debemos, responsablemente, cumplir con las reglas y estatutos que nos rigen, en las que la caridad es siempre parte básica, y tomar conciencia de que no es la simpleza de la limosna (importantísima también), sino que el argumento fundamental de esta virtud teologal es el amor al prójimo. Y el prójimo es la vida.
Las improvisaciones, desconsideraciones y otras cuestiones, las dejo para momento más favorable.

viernes, 20 de marzo de 2009

Antonio del Castillo

Ayer, día en el que los padres somos felicitados por los hijos, hubo uno, seguramente representando a un inmenso batallón anónimo, que no recibió el afecto de su hija. Mientras la mayoría recibíamos el valioso regalo del cariño de nuestros hijos y lo celebrábamos con fiesta, Antonio recibía como puñaladas, noticias que jamás quiso escuchar. Noticias que ninguno queremos escuchar pero que están ahí, abriéndonos los ojos a una realidad más cruda que cualquiera de las ficciones. Antonio dejaba de chapotear en las fangosas aguas de un Guadalquivir revuelto para empezar a pensar en cómo será posible remover montañas de basura. Dejó de asomarse a la barandilla del Puente de Camas para comenzar a rebuscar entre los despojos urbanos de Alcalá de Guadaira. Y, mientras va de un sitio a otro, los golpes de maza le van vaciando por dentro. 
Dos energúmenos, adolescentes aún aunque seguramente con más vida por detrás que por delante, iban dando detalles de aquella escabrosa noche. Alcohol. Pastillas. Sexo. Violencia. Muerte. Latigazos que enjironaban la piel de Antonio, haciéndole llorar de rabia. Traperas puñaladas que, a traición, le iban vaciando el corazón de la poca sangre que le quedaba para dejar hueco a la inmensa pena. Seguro. Porque la pena se queda dentro, en el alma, mientras la rabia supura por cualquiera de los poros de la piel. Seguro.
Antonio, ayer, no pudo recibir su regalo. Se lo quitaron ese maldito día de enero en que Marta salió de casa para no volver. Antonio, ayer, no pudo celebrar su día. El veneno de las noticias ocupaba todo su tiempo. Antonio, ayer, no pudo besar a su hija y decirle cómo la quería. Porque querría a su hija como sólo la quiere un padre; aunque no se lo dijera cuando pudo y no pueda decírselo ahora que se le escapa ese amor, perdido ya. Porque aunque la busca con ahínco, no es capaz de encontrarla para decírselo por última vez.
No puedo dejar de pensar en Antonio. No dejo de pensar en Marta. En todas esas Martas que, adolescentes, se lanzan a la vida sin saber que detrás de cualquier puerta pueden perderla. Y la preocupación, inconscientemente, sin quererlo, se adueña de mi cana.
Antonio, a pesar de todo, felicidades.

jueves, 19 de marzo de 2009

Dieciséis años

Sé, por propia experiencia, que no resulta fácil definir la vida, pero me parece mucho más diáfano distinguir dónde hay vida. Y si en el momento en que dos gametos se unen para originar un nuevo ser, éste ya "es" en sí mismo, ahí hay vida. ¿Reacción bioquímica?, ¿soplo divino?,...¡Vida! 
Sé que cada cuál es dueño de sus actos y que nadie  tendrá que responder por él ante la autoridad, sea ésta del tipo que sea. ¿Seguro? Ahora recuerdo aquél día de primavera en que con mis amigos de infancia, pues no tendríamos más de diez o doce años, por aburrimiento ignorante, nos dió por apedrear los cristales de las casas de los vecinos. Muchos se rompieron, lógicamente. ¿Respondí ante la autoridad? No. Lo tuvo que hacer mi padre, como responsable mío que era. Diez, doce, dieciséis,... Edades de inmadurez en las que lo mismo rompes un cristal que comienzas a conocer el sexo.
Sé que no es lo mismo romper un cristal que tener un hijo. Lo que me descoloca es que parece más serio, a la vista de las leyes posibles, lo primero que lo segundo. Si mi hija rompe un cristal, seré yo quien pague las consecuencias. Si mi hija decide abortar será ella la que asuma toda la responsabilidad. ¿Es normal? No, claro que no. Esta es la primera aberración de un proyecto legal que, si alguien no lo remedia, será firme en corto plazo.
Pero, posiblemente, esta concesión a la inmadurez sea algo secundario si se considera el núcleo principal sobre el que se está otorgando esta capacidad de decidir. Se deja en manos de césares adolescentes la potestad sobre la vida de una persona. De su hijo. Porque, volviendo al principio, insisto en que sé que algo está vivo desde sus primeros momentos. Sin número de blastómeros ni semanas de plazo. Sin gástrulas ni embriones. Y no se puede justificar el procedimiento, ni siquiera en una ley de plazos, con estos argumentos que algunos científicos emplean todo lo torticeramente que pueden para acallar la posible revolución de conciencias ignorantes.
¿Por qué la vida va a comenzar en una semana y no en otra?
¿Por qué se comienza a ser persona a partir de un determinado momento? ¿Por qué no desde el principio?
Hay quienes ven a sus semejantes como objetos y son capaces de asesinarlos con toda frialdad. ¿Serán éstos defensores de esta ley?
Hay quienes denuncian el sufrimiento de animales y plantas, peleando activamente por su bienestar. ¿Serán éstos?
Hay quienes de forma egoísta anteponen su vida y su éxito personal a cualquier otra circunstancia, sea ésta la que sea. ¿Serán éstos?
Hay quienes mediante el empleo de la ciencia y de sus avances han conseguido que la calidad vital de muchos de nuestros semejantes sea la que todo ser humano merece a pesar de sus discapacidades. ¿Serán éstos? 
Hay quienes viven en familia, intentando aprovechar lo que tienen de la mejor manera posible y confiando en la bondad de la vida. ¿Serán éstos?
Sé que tengo una hija que ahora, precisamente ahora, cumple los dieciséis. Sólo quisiera que, si algún día se ve envuelta en esta situación, cuente con sus padres antes de contar con un clínico. Que confíe en nosotros como nosotros hemos confiado en ella. Que piense que si es madura para abortar también lo es para criar un hijo. Que si un hijo en la adolescencia condiciona el resto de la vida, eliminarlo de esta manera le pesará para siempre en su conciencia. Que su fracaso será también el nuestro. Porque somos responsables de la educación de nuestros hijos. De que descubran todo lo que les ofrece la vida para que lo usen adecuadamente. Y, si esto fracasa, ¿no es también fracaso nuestro?
No escondamos nuestros fracasos haciendo responsables de ellos a nuestros hijos.
Por todo esto, mi adhesión al Manifiesto de Madrid.

lunes, 16 de marzo de 2009

Un nudo en el estómago

Seguimos en Cuaresma, aunque para la mayoría de nosotros, a pesar de los diferentes compromisos íntimamente personales, no dejan de ser sino unos días más que nos acercan a la Semana Santa.
Son días en los que se aprecia el movimiento cofrade casi por doquier y, sin embargo, apenas sabemos unos de otros. Y este es mi caso. Voluntario del no querer, acepto mi compromiso seleccionando con rigor todos aquellos actos cofrades a los que asisto. Pero no es soberbia, ni siquiera orgullo, simplemente cuestión de gustos. Por eso, a pesar de estar al tanto de la mayoría de presentaciones, conciertos, proyecciones, conferencias, pregones, concursos, ensayos, triduos, via crucis y otros actos cofrades, aparte de salidas procesionales, por supuesto, creo que serán contados aquellos que cuenten con mi presencia.
Del maremagnum de actividades que se me presentan para estos días, algunas ya han arrancado su hoja del calendario (...¡enhorabuena, Conchero!...), mientras que otras, aún mayoría, esperan entre los nervios y la expectación de sus organizadores, el momento en que su puesta en escena sea juzgada por el público asistente. Generalmente público fiel y entregado de antemano, por lo que el éxito está prácticamente asegurado. Y me alegro por ello.
Cuarenta intensos días en los que, quienes nos sentimos cofrades, vemos cómo se despierta la pasión dormida y nos henchimos de actividad hasta saciar nuestros deseos, viéndonos rebosar en más de una ocasión. Cuarentena anual en la que dimes, diretes, rumores y noticias flotan mezclándose con el incienso para regocijo de unos y desespero de otros. Porque son muchos los intentos de sondear el ambiente y no todos realizados con la delicadeza que debieran.
Me entero, con alegría, de que el Descendimiento retomará sus orígenes y que, además, será un acto en el que se renovará la liturgia, haciendo de él lo que debiera y no lo que algunos mantienen en sus pobres recuerdos. No quisiera pecar de osado, que no es tiempo de pecado sino de penitencia, pero mis lecturas siempre me llevaron al Humilladero de la Cruz, construido y derribado según las modas, pero siempre lugar central de la pasión salmantina, a pesar de que, puntualmente, su ubicación sufriera también los avatares de los gustos ciudadanos. Y, además, he sabido que costó menos de lo temido por quienes defendían este enclave con argumentos que, aun excelentemente fundados, son para mí, fiel defensor de tradiciones bien entendidas, completamente innecesarios.
Escucho cómo la "temida" procesión del Santo Entierro parece estar encauzada y todos sus protagonistas se regocijan de haber alcanzado el acuerdo que hará que discurra sin inconveniente. Seguramente volverá a ser la de siempre, pues estoy convencido de que forma parte de la idiosincrasia cofrade y que, si no fuese así, la tarde del Viernes perdería parte de lo que muchos esperan. Confío en que mis palabras sean erradas y que por primera vez en mucho tiempo, en tanto como soy capaz de recordar, brille la organización, sea una procesión admirada y que quienes desean su fracaso vuelvan a casa cargados con su propia desilusión.
Me dicen, y no es charla de taberna, que hay quienes esperan ofrecer sorpresas en estos días de pasión. Sorpresas de Pascua. Sorpresas que, por depender de terceros y alterar lo establecido, no sé si serán viables o, siquiera, del agrado de unos y otros. No quiero que mi camisa se ensanche en varas y por ello no seré más explícito, pero no me gustaría que por unas cosas u otras se revolucionase un corral que parece tranquilo. Dejemos que el gallo siga durmiendo... o dormido. Como siempre.
Sé que hay quienes en su propia inquina están revolviendo aguas para poder seguir pescando como si nada hubiese pasado. Ellos saben que el pescado hace tiempo que se vendió y que llega un momento en que, de tanto tensarlo, el sedal parte por donde menos lo esperaban. Ahora, cuando comienzan a crujir algunos dientes, yo pido firmeza. Nada más. Firmeza en la confianza que da la verdad y defensa del bien por encima de todo.
Hay pasos nuevos. Nuevas imágenes. Nuevos recorridos. Viejos enconos y rencillas. Las trabas envidiosas de siempre. Ese ¡quítate tú, que me pongo yo! Nuevos vinos en odres demasiado viejos. Promesas incumplidas y amenazas latentes.
Novedades, al fin y al cabo, para lo que sigue como siempre.
Todo esto, no obstante lo bueno, hace que las sensaciones sean cada día más agridulces y desangeladas. Y sigo viendo que prácticamente nada cambia, aunque haya quienes quieran hacer lo correcto, porque es el fondo lo que me importa. Que las cosas no sólo están como antes sino que, en muchos casos, van hacia derroteros más escabrosos, haciendo que el ánimo de muchos justos decaiga hasta decir basta. Que poco a poco, esa "sangre verde" que me recorre por dentro va no sé si diluyéndose o escapándose por algún orificio desconocido, pero que está haciendo que mi pasión sea cada vez menor, que la vea cada vez más distante y que, según voy quedando exangüe, se me vaya escapando con ella el sentir, haciendo que vea la Semana Santa más como un recuerdo que como un presente. Me duele, pero es lo que hay. Por eso este nudo en el estómago.

lunes, 2 de marzo de 2009

Ceniza en Cuaresma

Sé que llego tarde, pero no tanto como para no decirlo.
Hace casi una semana que comenzó la Cuaresma. Época de renovación interior en la que quienes nos decimos cristianos debemos realizar una preparación que, posiblemente, se malinterpreta y hace que caigamos en errores de forma (comportamiento) y fondo (conocimiento).
Vuelvo a referirme a cofrades y cofradías aunque cada vez me suponga mayor esfuerzo. Aún está señalada mi cana por los últimos acontecimientos. Mustia, si no triste. Y, sin embargo, intentando mantener el compromiso que adquirí en su momento, dejaré por escrito lo que muchas veces me rondó los adentros.
Desde el pasado miércoles cualquier lugar cofrade que visito me huele a incienso. Un olor penetrante, embriagador, envolvente. Un aroma que, por lo que me parece, afecta a los sentidos cofrades, introduciéndose hasta lo más recóndito de los espíritus, hasta los tuétanos del alma, haciendo despertar a muchos de un letargo invernal en el que la inactividad ha sido elemento constante en su comportamiento.
Es ahora, cuando el profundo olor que desprenden estas resinas activa sentimientos; cuando los "cofrades de verdad" comienzan a despertar y berrean como ciervos en celo, marcando su territorio. Un terreno al que, como dueños absolutos, no permiten que ningún otro ose siquiera acercarse. Son esos cofrades que menosprecian insultantemente a esos otros capillitas a los que el letargo invernal no afecta y que tienen el espíritu plagado de los callos que les provocó el día a día de actividad durante meses. Son aquellos, los cofrades recios, curtidos en mil y una procesiones. Son los cofrades que al despertar de su letargo, se muestran a los demás pletóricos, repletos de la energía que acumularon durante meses por no malgastarla en actividades poco interesantes.
Son esos cofrades a los que el incienso que ahora nos inunda, despeja los sentidos y les hace orientarse como poseídos hacia la primera de las procesiones. A partir de aquí... comenzó la Semana Santa.
Son muchos y todos con similares intereses. Y como cada uno de ellos tiene que orinar en su parcela (orines que huelen a incienso, por supuesto), para dejar clara su presencia, pues resulta que no hay parcelas suficientes para todos. Y, como los venados, cruzan sus testuces en singulares batallas, propias de machos alfa, pero impropias de quienes se dicen miembros de hermandades y cofradías. Se entablan luchas que sorprenden por su rudeza a quien observa desde el exterior; pero tienen que hacerlo, no les queda más remedio. Es el incienso el que les obliga a actuar. Error de forma, como decía al comienzo.
Pero, además, los cofrades olvidamos, o quizá desconocemos, el sentido que hay que dar a la Cuaresma. Es una época de alegría, pues debemos esperar con alborozo la redención por la resurrección, aunque haya que pasar por el Calvario y sea la penitencia la que nos acerque a ella. Olvidamos, o quizá desconocemos, que lo de menos son esos actos organizados de cara a una galería que hace tiempo nos volvió la espalda. Olvidamos, o quizá desconocemos, que la preparación personal pasa por el interior y no por la organización de cuadrillas, el pulido de adornos o el toque de cornetas. Olvidamos, o quizá desconocemos, que es momento de cruzar abrazos y no malas miradas; que el amor fraterno, cuyo día marca el fin del periodo, no debe quedar en farisaicas manifestaciones, sino en la profundidad de lo sincero. Que la Semana Santa es el culmen para un cofrade pero que no es sino el momento en que declaramos a los demás que lo que hacemos unos instantes en la calle lo mantenemos permanentemente en nuestro interior. Que la caridad no se pregona, se practica. Que la ceniza es para recordarnos la conversión, no para que inunde nuestro alma. Errores de fondo, como decía al comienzo.
Estamos en el periodo en el que debemos arrepentirnos y hacer propósito de mejora, de intentar cambiar a mejor, de perdonar y pedir perdón. Y, sin embargo, sólo nos preocupa cómo cruzar nuestras testas para declarar a los demás que somos los mejores.
Yo lo voy a intentar.
Cada día me duele más hablar de cofrades y cofradías.