Ha sido toda una cuaresma dedicada a recorrer con el alma, con la cana del alma, las calles cofrades de esta Salamanca que se me transforma para la Semana Santa. Han sido veintisiete calles y plazas de las setenta y dos que formarían el callejero nazareno salmantino. No todas han recibido el mismo tratamiento, aunque intenté dar el mismo trato a todas y cada una de ellas partiendo del cariño hacia la historia y la pasión de que hago gala. Algunas, más de las que hubiera querido, se quedaron en el fondo del cajón. Quedaron guardadas en la película de una cámara de la que no dio tiempo a sacar copias. En el complejo entramado que forma la siempre subjetiva selección de la que siempre queda la sensación de haber podido hacerlo mejor de lo que se hizo.
Por eso, no quisiera terminar sin, al menos, mencionarlas para dejar constancia de que ellas también sienten el paso de nazarenos. De que ellas también aguantan el peso de pasos y reciben como agua bendita los goterones de líquida cera que topan contra sus piedras y quedan ahí, por mucho tiempo, para que el mundo sepa que estas calles también se diplomaron en Semana Santa. Se irán los aromas de incienso y flores recién cortadas, pero estas calles lucirán con orgullo su carácter cofrade.
Las plazas del Poeta Iglesias, de Colón, del Concilio de Trento, de los Leones, de Juan XXIII, del Mercado y el Patio Chico; las calles de Cervantes, de Crespo Rascón, de Juan de la Fuente, del Rosario, de Serranos, de Tentenecio, Vera Cruz, Arcediano, Cañizal, El Expolio, de Fonseca, del Obispo Jarrín, de San Vicente Ferrer y Traviesa; El Arroyo de Santo Domingo, la Carretera de Madrid, la Cuesta de San Blas, el Rondín de las Edades del Hombre, el Puente Romano y su Ribera, se saben protagonistas, al menos por un momento, de la Semana Santa de Salamanca. Y todas ellas, anónimas en los otros días, se anclan, en estos que ahora comenzamos, a la cana de mi alma para que no las olvide.
Y ellas, desde hoy, se sienten renovadas porque serán transitadas por gentes e imágenes. Serán protagonistas en sus propios instantes y lucirán orgullosas como cada Semana Santa. Porque, ahora sí, estamos en Semana Santa.