

Suena una marcha y la Virgen sonríe.
Suena una marcha y los nazarenos sonríen. Sonrisas cubiertas por el caperuz del alma. Sonrisas invisibles.
Ascienden los pasos y los balcones se engalanan de fieles que, somnolientos pero atentos al paso del cortejo, dejan escapar su oración mientras las angarillas les lanzan sus brillos entrelazados con olorosas volutas del mejor de los inciensos.
Calle radiante que esperas paciente al regreso de la Dama. Que te mantienes atenta para verla descender, ahora de negro luto y triste sonrisa, en la más cruel de las soledades. El vacío del alma que deja el Hijo muerto. Luto sereno de mujer y madre. Negro azabache para decirle al pueblo que aun en Soledad, siempre hay Esperanza. Mientras, los costaleros recogen el sudor de sus rostros enjugándolo con el mejor de los sudarios, con el negro hábito de su pasión. Y nuevos pétalos, de nuevas flores redivivas, siguen cayendo sobre su manto mientras abajo, impasible, espera el más bello de los estandartes pétreos para contemplar en absoluta quietud su llegada.
Calle de Palomino o Palominos (que da lo mismo), que acoges el silencio más andaluz de quienes se ofrecen a pisarte para contigo rezar en penitencia.
¿Sevillana?... ¿Malagueña?... ¡Salmantina!
¿Sevillana?... ¿Malagueña?... ¡Salmantina!
2 comentarios:
Oleeeeeeee, Calle especialmente donde como tu dices las dos Madres de Salamanca, La Esperanza y La Soledad reviven y nos apasionan.
Calle de esfuerzos recompensados.
Muchísimas Gracias Félix.
Bueno, Jose, muchas gracias a tí. Seguimos en el empeño.
Cordialmente,
Félix
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