La pasión se acerca al río. Empieza la Semana y la ciudad cofrade se acerca a las orillas de ese Tormes que la abraza. El perdón se busca entre casas de ladrillos recién cocidos y jardines que huelen a ribera. Los nazarenos recorren su barrio y las gentes bajan a su encuentro.
Recuerdos. Muchos recuerdos de vieja carcel con muros desconchados y verjas oxidadas en las que el via crucis se hacía realidad convirtiéndola en una estación más de esta vía dolorosa. Imágenes guardadas de chavales expectantes observando entre los huecos dejados por piernas y muros, intentando adivinar quién podría ser el agraciado. Quién sería liberado de su pena. Quién obtendría su perdón. Evocación de mayores, con sensación de estar nadando fuera de sus aguas, saboreando en sus conversaciones el principio de la Semana. Y, siempre, los ancianos cansados, recostados sobre árboles y paredones mientras mantienen su mirada fija en esos nietos que intentan adivinar dónde está el preso.
Se fué el decrépito penal pero el perdón sigue anclado a estas calles. Se marcharon los alambres de espino pero los nazarenos mantienen la ilusión de un primer día. Y las calles, estas calles de perdón, calles de nombres apenas recordados, se engalanan discretas para dejarse ver. Se animan sabiendo que habrá gentes nuevas. Presumidas, se rocían de incienso para agradar en la cita. Orgullosas, se saben parte de la Pasión.
2 comentarios:
Calles para redescubrir cada tarde de Domingo de Ramos, para recorrerlas como si fuera uno del barrio sin serlo, porque esa tarde todos lo somos, en la confianza de su Perdón.
Y lucimos nuestras galas de Ramos como si estuviéramos en la calle Toro, Lucano. Nos sentimos del barrio y el barrio se siente cofrade.
Cordialmente,
Félix
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