¡Nunca confiaré en los tintes!
Lo único que consiguen es engañarme mientras los demás siguen viendo mi interior.


miércoles, 10 de marzo de 2010

Calles Nazarenas de Salamanca XVI: Plaza del Corrillo

Amanece y el sol, aún tibio en Viernes Santo, se cuela por sus arcos para asentarse en las balconadas de la Plaza. Son días de trasiego. De gentes caminando de un lado para otro sin un rumbo concreto. De luces y sombras en soportales cuyas columnas se encargan de recordarnos el ritmo hebdomadario. Semana a semana, lunes tras domingo, sábado tras viernes, hasta que llega la Semana, la única semana que los cofrades apuntamos en nuestro calendario de un año para otro antes de arrancar la hoja: La Semana Santa.
Amanece y los vecinos despiertan al son de tambores y cornetas. ¡Ya está aquí la procesión! Y se pueblan gradas y aceras de trasnochadores penitentes que acompañan fielmente a las devotas imágenes desde que se abriera el portón de San Esteban. De madrugadores recién peinados, con el olor de las sábanas aún pegado a su piel, que se aprestan a seguir la marcha atentamente aunque sientan cómo el aroma de unos churros recién fritos hace aguas en sus tripas. De gentes, al fin, que cubrirán los huecos entre los paños de San Martín para que los que ocultan su rostro en penitencia no sientan la soledad del amanecer.
Anochece y el sol, cansado tras la intensa jornada, se retira poco a poco, desganado y dejándose enganchar por los tejados para retrasar su marcha. Las sombras se alargan y las gentes se agolpan en humana marea llenando todos sus huecos, haciéndo de este Corrillo plaza angosta cuando lo que quisiera es abrirse.
Anochece y la recoleta plazuela (que nunca alcanzó mayor categoría aunque lo pretenda el callejero), alumbra sus faroles para iluminar el paso de quienes la recorrerán en pasión apasionada. Y verá pasar cirios y hachones, cruces y varas, banderas y estandartes, cuero y esparto. Los pasos, retablos de fe en la calle, envueltos en nubes de aromático incienso mezcladas con aromas de exhuberantes flores recién cortadas, se dejan reflejar por entre cristaleras, enseñoreándose sabedores de que son el destino de todas las miradas. Y Cristos, Misterios y Vírgenes atravesarán la plazuela en su secular camino de penitencia y de gloria.
Y todos los nazarenos, de amanecer a anochecida, pisarán sus losas, Corrillo de la Yerba, en permanente paso para que no crezca verde alguno. Para que los Bandos, sempiternos bandos que siempre existen aunque cambien de nombre, mantengan la concordia que aquellos alcanzaron hace tantos años ya como vida cofrade hay en la ciudad y que estos de hoy consiguen en su día a día a duras penas, mientras haya vida cofrade en la ciudad. Pisarán su suelo para que, al menos en esta semana, el ambiente se inunde de aromas no de verde grama sino de hermandad sincera, mientras los nuevos buhoneros, herederos fieles de quienes siempre mercadearon a las puertas de su iglesia, venden sonrisas a bajo precio. Pasarán por ella para que el santo Martín eche una mirada abajo mientras parte su capa y sea testigo de que en Salamanca hay concordia. ¡Que es Semana Santa!

4 comentarios:

sentimientos y locuras dijo...

Plaza de las Saetas, calle en la que se descansa despues de pasear a nuestros titurlares por la plaza del pueblo, por nuestra Plaza Mayor de Salamanca.

Félix dijo...

Cierto, Jose. Lo que pasa es que algunos se me pasan como rozando el Corrillo porque siempre lo miro desde el mismo sitio. Eso es lo que me ocurre con el Montero y las saetas, que siempre se me quedan a la espalda y no los veo.
¡Ah! y los descansos, para mí, son más de Poeta Iglesias... como a trasmano.
Cordialmente,
Félix

Lucano dijo...

Corrillos que se deshacen al paso de los pasos, abriéndose al misterio, cerrando filas, conformando un triángulo que conduce a la Plaza o la despide, plazuela de miradas que buscan el mejor ángulo.

Félix dijo...

Lugar de paso en que se queda siempre parte de nuestro cariño cofrade. Y las gentes escoltando, esperando, admirando... siempre en el mejor de los sitios.
Cordialmente,
Félix