Cuesta de Moneo que te abres a tu sur para que pasen los nazarenos, mientras las ruinas de San Francisco el Grande se alzan sobre si mismas, sobre las puntas de sus cimientos, para asomarse por encima de tejados y chimeneas hasta ver el discurrir de andas y hachones. Se elevan dejándose ver para recordar y hacernos recordar tiempos mejores, en los que en su espelendor, fueran testigo de primera fila del camino de barrocas imágenes en su regreso desde el Colegio del Arzobispo.
.jpg)

Ahora son otros los que cubren la carrera de quienes siguen el camino de la cruz. Son jóvenes tilos los que se elevan frondosos, en pujante juventud, para dar sombra a quien, exhausto y llagado, baja la cuesta, suavizada a su paso, mostrándose como hombre. Humanamente vencido, dolorido, cansado,... agónicamente cansado. Y el pueblo asiste pávido pero creyente fiel. Rostros serenos y secos. Extrañas sensaciones del dolor ajeno en la flor de las pieles.
Abajo, al final, cuando la calle se rompe, sigue fiel en su espera la que nació sin pecado. Inmaculada entre mármoles atenta al paso del Hijo amado. Se hará la luz y todos verán con otros ojos.
Aprendida la lección, será olvidada para tener que recordarla año tras año. Para que, Semana Santa tras Semana Santa, la Cuesta de Moneo se convierta en via dolorosa en la que volver a aprender lo olvidado.
2 comentarios:
Me gusta esta calle. Ademas es muy torera.
A mí también me gusta. Me gustan todas las calles nazarenas, magníficos escenarios para representar nuestras pasiones. Es un tópico, pero es cierto: Ninguna ciudad española tiene algo parecido.
Cordialmente,
Félix
Publicar un comentario