Me absorbe esta calle. Desde siempre, desde que me siento salmantino, me embarga cada Viernes Santo. Estrechez y balconadas que trasladan a mi cana hasta otras Semanas Santas. Y es el olor. Sobre todo el olor. Porque siempre me olió a sur y nunca supe encontrar una razón. Es esta vieja calle de Sordolodo la Sierpes salmantina y no sé por qué.
Ver el balanceo de un palio, la cera enhiesta en caderas nazarenas mientras el alba apunta contra San Martín, el racheo de pasos sobre los que el Nazareno camina mientras suena una marcha,... y el olor, sobre todo el olor.
Me veo completamente incapaz de describirlo, pero cada Viernes, mientras el sol de la mañana comienza a bañarse en la dorada piedra fregadera, me invade un olor desconocido que me transporta a otras tierras, a otros mundos. El olor a una Pasión mirada con otros ojos. Mirada, sí, porque es un aroma que invade persistente el resto de los sentidos. Y se gusta, se oye, se toca.
Nada más en esta calle que, anodina durante el resto del año, se transforma para recibir en Viernes Santo a nazarenos de verde sangre, dorados bordados y alma encarnada. Se viste de farolillos invisibles y hace carrera para que pasos y cofrades la recorran impregnándose de su aroma. Y ese olor indescriptible, que no quiero decir sevillano, se amalgama con el sobrio carácter de lo charro para hacer de dos uno.
Y eso sólo lo veo, sólo lo huelo, en esta calle de Meléndez que cada Viernes cambia su nombre por el de Sierpes sevillana. Sólo eso, pero es tanto...
Olor a Semana Santa.
Olor a Semana Santa.
¡Imaginaciones mías!
6 comentarios:
La vida nos dan en la agitada Cuaresma tus calles nazarenas, para irlas recorriendo poco a poco, recordando así que la Semana Santa son ellas, somos nosotros, y no todo eso que la eclipsa a fuerza de tonterías. Gracias por el paseo.
Y yo, agradecido por saberme leido, por verme acompañado en mis paseos cofrades. Calle a calle, con amigos, recuerdos y sensaciones, para olvidar, al menos por un momento, que hay otras cosas en la Cuaresma, en la Semana Santa, que no merece la pena ni pensarlas, aunque nos incordien.
Gracias por acompañarme.
Cordialmente,
Félix
Ole lo bien escrito...
Gracias, Jose. Seguiremos en ello.
Cordialmente,
Félix
Sigo acompañándote en tus paseos, aunque no escriba. A veces sólo cierro los ojos y aspiro, y siempre me huele a Tormes y a primavera.
Te abrazo.
Me sé acompañado y, a veces, el Tormes huele a Duero.
Cordialmente,
Félix
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