¡Nunca confiaré en los tintes!
Lo único que consiguen es engañarme mientras los demás siguen viendo mi interior.


jueves, 13 de agosto de 2009

Mi cana en una maleta (4)

DÍA 4: LEVANTE
Creo que para cualquier persona que tenga la mala suerte de no ser de este sur que encandila, el Levante no es más que esa región peninsular, situada junto al Mediterráneo, con playas atestadas de guiris y ancianos en proporciones variables y olas calmadas en aguas más que cálidas. Bullicio y sol a partes iguales.



Levante es también ese club de fútbol que, opuesto al gigante, ha sido desde siempre el elegido por los idealistas, los solitarios, los menos chabacanos, en la ciudad por la que el Turia pasa después de haber regado las huertas. Un equipo al que no se le respeta la antigüedad y queda a los pies del que, quizá por ostentar el nombre de la ciudad, acapara medios, atenciones, afición y resultados.

Pero decir Levante en estas tierras, del Estrecho a la Bahía, es decir mucho. Es decir mucho más. Es decir agua, temporal, fuerza descomunal... quienes lo conocen saben que es así. Un viento que, nacido en el este, en ese otro Levante, llega hasta aquí para cerrarse en banda y hacer disfrutar hasta el éxtasis a los enamorados de la hípica acuática. Esos que, aceptando el barbarismo, denominamos windsurfistas o surfistas a secas y que se han convertido en los dueños de paraísos como Barbate, Los Caños, Bolonia, Zahara o la mismita Tarifa, arrebatándole el puñal de las manos al propio Gran Capitán para hacerse con el gobierno de estas tierras. Bueno, de las tierras y de las aguas.


Es este Levante un aire que en su fuerza variable puede convertirse en viento, vendaval o tormenta según los hados hayan decidido en ese momento. Un viento que obliga a alterar la actividad habitual y que es tan amado como odiado por los lugareños. El viento de las aguas.

Hoy, junto a la orilla, una joven teutona de no más de tres lustros y algo menos de dos quintales, corría ligera tras un colchón hinchable como una leona tras una gacela. Por momentos era la gacela la que, ayudada por el viento, tomaba la delantera y hacía que pareciera inalcanzable. Quiebros, falsas paradas. Casi se le podía ver la sonrisa mientras la leona no cejaba en su intento de darle alcance. Finalmente, la naturaleza, fiel a sí misma, hizo que el destino se cumpliera como siempre se cumple. La niña consiguió, no sin esfuerzo y tras una carrera de más de doscientos metros, alcanzar su objetivo. No perdió su colchón.

Hoy hemos tenido Levante. Viento de Levante. Un Levante moderado que se agarraba a las puntas de las palmeras como queriendo quedarse con nosotros. Un viento de Levante que hacía saltar las arenas de la playa como queriendo arrebatarnos el suelo poco a poco. Muy poco a poco. Grano a grano.












Hoy, desde el chiringuito, he agradecido a Eolo que enviase este Levante para aplacar a Helios en su descarga de rayos. Así, he podido llegar hasta Valladolid junto al doctor Zúñiga, tras resolver esos asesinatos en los que hemos andado inmersos las últimas jornadas. Es más, y sin querer pecar de presuntuoso, creo que llegué antes que él a la solución de los misterios, aunque no quise manifestárselo para no estropearle su final ni dañarle en su propia estima. Sea como sea, he llegado a beber los caldos del Duero junto a él y a Pelayo en la bodega de Félix Lezcano. Ahora, sólo me queda volver a Salamanca para volver a reunirme con él y dar ese paseo, junto a Pelayo y a Carlos que también lo desean. Para volver a sentir en nuestros rostros la fuerza de ese aire que, de forma permanente, cual levante castellano, arrecia a diario azotando inmisericorde desde el viejo Azogue, la Casa del Bedel, al resignado padre Cámara y hasta las cadenas jurisdiccionales de la más Nueva de nuestras Catedrales.

Después, ya en mi sur, ya en la noche cerrada, quise volver a ver los rastros del cometa. Mi mirada se mantuvo fija en el firmamento durante largo rato para ver las lágrimas que todos los agostos nos deja San Lorenzo para recuerdo, pero no fui capaz. ¡Ni un solo deseo pudo salir de mi cana!

3 comentarios:

Lucano dijo...

Esto de llevarte la cana en la maleta nos está haciendo vivir unas segundas vacaciones, lo cual se agradece ;-)

Siempre me cayó bien el Levante, que tiene un himno vibrante, muy valenciano.

sentimientos y locuras dijo...

La verdad Félix que te agradezco un montón que nos estés haciendo sentir tus vivencias en estos días que te tenemos tan lejos y os echamos tanto de menos. No puedo escribirte todo lo que quisiera ya que estoy como Morante en el Prado. No tengo tiempo.

Tengo que decirte que me lleve un susto pensado que algún semana santero se había puesto de tal guisa para acudir a una iguala. Pero por lo leído no tiene nada que ver. (Me refiero al tanga vaquero).

Félix a disfrutar.

Félix dijo...

Es que los "granotas" son especiales, Lucano. Te lo puede decir cualquier valenciano de pro.

Jose, ya lo dije en otro comentario, hay a quienes echamos de menos y otros a los que, gracias a Dios, olvidamos inmediatamente en cuanto nos alejamos de nuestro entorno. Vosotros estáis a la cabeza del primer grupo. Sigo recordando el día que pasamos en el Puerto (por aquello de que perteneció a estos momentos).
Jo, con el del vaquero... pues, casi tiene morrillo y todo. Así que ¿por qué no podría ser costalero allá en su pueblo...?

Cordialmente,
Félix