¡Nunca confiaré en los tintes!
Lo único que consiguen es engañarme mientras los demás siguen viendo mi interior.


domingo, 16 de agosto de 2009

Mi cana en una maleta (7)

DÍA 7: CARIDAD
Hoy es, posiblemente, el primer día en que altero mi rutina.

Cuando San Roque está ya expectante por salir a la palestra festiva en muchos de los pueblos que rellenan la provincia de Salamanca, el resto, la inmensa mayoría de localidades españolas, anticipa fiestas mayores al celebrar la subida al los cielos de Nuestra Señora. No creo que haya ciudad, pueblo o aldea que no celebre en este medio del mes a la Virgen de Agosto, mostrando el inconsciente rechazo popular a esa aconfesionalidad militante de la que no sólo presumen quienes nos mal gobiernan, sino que intentan imponer por decreto, real o imaginado, a quienes somos mayoría silenciosa y no estamos de acuerdo con sus postulados.

Hoy, en la más o menos cercana localidad de Sanlúcar de Barrameda, el pueblo y todos los que nos quisimos acercar, celebramos en comunión esta festividad. De la Virgen de la Caridad, la llaman, nombre que particulariza la generalidad de ese otro de Agosto en el que se asocian todas las advocaciones del día.

Las gentes nos agolpábamos en sus calles aguantando un calor como hacía tiempo nadie recordaba por los entornos. Todos admirábamos, sorprendidos los que lo hacían por primera vez y orgulloso el resto, esos tapices coloreados que cubren la calle principal. Unos coloridos cuadros que ya el día anterior crearon las manos de los más pequeños con sal coloreada. Sal teñida para formar una alfombra diseñada con cariño y confeccionada con esmero. Sal de la tierra para rendir el más sentido de los homenajes de los sanluqueños a su virgen, a su patrona.

Todos esperábamos el paso de la imagen mientras contemplábamos el colorido suelo...


...y los altares. Altares callejeros dispuestos con esmero cofrade para recibir a su paso a la Reina de los Cielos. Altares de gloria desde las hermandades de pasión.

Caída la tarde, cuando el sol intentaba retirarse para refrescar un poco el ambiente sin lograrlo, se escuchan las primeras notas musicales entreverándose con el tañer de las campanas. ¡La Virgen está saliendo para recorrer las calles!

Todos esperamos para verla sobre sus costaleros rachear esa sal ordenada primorosamente. Todos aguantamos ese calor que sale del suelo y que penetra por nuestros pies para alcanzar hasta el último de nuestros pelos.

Comienza a verse el cortejo.

Representaciones de todas las hermandades locales empiezan a pasar ante nuestros ojos. Banderas y más banderas, acompañadas por todas y cada una de las juntas de gobierno. Varas plateadas, doradas y de madera. Trajes clásicos para soportar un día de verano. Mantillas para acompañar a la Señora. Hasta cuarenta cofradías, penitenciales y de gloria, se disponen en ordenada fila.
Tras ellas, elegantemente ataviados con chaqué y mantilla, el cortejo municipal, escoltado por maceros, y la junta de gobierno de la cofradía titular. Finalmente, la Virgen de la Caridad en su paso de plata, pequeño pero bello, soportada por sus costaleros y acompañada por cantidad de damas cofrades.

Las zapatillas costaleras rachean sobre la salada alfombra, pero los dibujos no se deshacen y continúan casi perfectos tras el paso de la Señora. Delicadeza al caminar para no romper los deseos de todos los sanluqueños manifestados en esa alfombra que hilaron los más pequeños.

Termina la procesión y como impulsados por un resorte de fe o tradición, que aquí se aúnan, los niños se abalanzan al suelo para recoger esa sal que ha sido pisada por la Virgen. Puñados de sal de colores depositados en los recipientes más inverosímiles.

Todos quieren guardar un pedazo de procesión, al menos hasta el año próximo en el que se recomenzará el ciclo. Seguro que más de uno acumula, como preciado tesoro, sus botellitas repletas de salado recuerdo, de todos los años en los que participó en esta fiesta infantil. Preciosa forma de mantener un fe basada en lo simple pero que arraigará con fuerza para mantenerse durante toda la vida. Por mucho que otros quieran imponer sus no creencias.

Noche cerrada en Sanlúcar. La Virgen se recoge mientras nosotros emprendemos el camino de regreso. Otros inician su particular "procesión". El calor aún impregna todo nuestro cuerpo, pero volvemos alegres. Hemos participado en una manifestación de fe. Hemos asistido a la procesión de Nuestra Señora de la Caridad y hemos disfrutado. En todos los sentidos.

2 comentarios:

Lucano dijo...

Preciosa tradición de la Virgen de Agosto, que se guarda todo el año en esa sal, para dar color a la fe y Vida a la vida.

Félix dijo...

Preciosa tradición que se mantiene con los años y que fomentan los adultos para educar en ella a sus niños. Así se hace tanta catequesis como con la misma procesión y no creo que nadie se atreviera a prohibirla.
Cordialmente,
Félix