Aún con Sanlúcar pegado a la cana, ya estoy en casa... y, en cierta medida, lo agradezco. Ahora toca afrontar la cruda realidad de ese grifo que gotea, el césped que creció más de lo normal en nuestra ausencia, esa lámpara que no luce, reparar tal o cual otra cosa que siempre quedó para estos días, en fin, que ahora comienza la otra parte de las vacaciones, pero siempre con algún rato para compartir con los amigos esas cañitas que saben a gloria en las atardecidas y para revolver Salamanca bajo soles de justicia.
Vuelvo con el alma henchida de recuerdos que deberán asentarse poco a poco para ir siendo olvidados también poco a poco, que si no, no quedaría hueco para los futuros. Pero hay algunos que se amarrarán con firmeza extrema a las paredes de la memoria para quedarse ahí, para no perderse y poder aflorar en los primeros momentos cuando recurramos a ellos. Esos serán los mejores.
Porque, a partir de ahora, estos días pasados ya son recuerdos y en ellos se mezclarán caballos en carrera frenética con manzanilla en rama mirando el ocaso en las dunas, paseos de mañanas calurosas con olores de mercado de abastos repleto de voces, Sevilla en ardiente mediodía con Don Fernando de Zúñiga con quien me crucé por sus calles, Medea con chiringuitos playeros, el Santito del convento de la Madre de Dios con los exvotos una oscura pared parroquial. Recuerdos y más recuerdos que tendré que ordenar.
¡Me pongo a ello!
1 comentario:
Recordar siempre es bonito y bueno.
Pero ante todo disfrutar del presente.
Ole mi Félix
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