Cierto que la fotografía de hace un par de días se mostraba si no críptica, al menos confusa o confundidora. Incluso para mí ha supuesto un enigma que, anudado a esta cana a punto de cumplir su segunda anualidad, me obligaba a optar por uno de los varios caminos que partían desde la encrucijada en la que me encontraba. No ha sido mucho tiempo por lo que podría decir que ha sido un lapso anímico que pasará desapercibido para quienes apenas prestan atención.
Cierto que en la última noche de cada año que se acaba, la tradición se encarga de que hagamos un recorrido por lo acontecido en los doce meses anteriores, como si no hubiese más ni hacia delante ni hacia atrás; como si no hubiera futuro y el pasado se redujese a esos trescientos sesenta y cinco días cuyo ciclo se cierra precisamente en esa "última" noche.
Cierto también que en esta primera mañana del comienzo del año, justo cuando los cuerpos desperezan la resaca de los acontecimientos, si no del alcohol, entre las alegres notas de polkas francesas y valses austriacos, los mejores propósitos se adueñan de nuestras canas, de las canas presentes o futuras de nuestras almas, arrinconando a todo aquello que ayer mismo era nuestro obsesivo presente. Excelentes compromisos que algunas veces se verán cumplidos para nuestra sorpresa.
Bien. Pues en esos momentos en que la vieja noche comenzaba a inundar con sus horas los relojes, confirmé que el año que acababa había sido más duro de lo esperado para este inmaduro diario al que acompaño cuando me deja acercarme a sus inmaculadas y virtuales páginas. Fui consciente de que había dudado en su hilo argumental y de que, en pleno dominio de mis facultades, había renunciado a parte de su libertad para tranquilidad de conciencias agradecidas arrimadas a un poder cada día más en entredicho. Corroboré la debilidad anímica en la que me sumergí en este año que terminaba y fue en ese momento, en ese mismo instante, cuando no supe si rebelarme y traspasar el continente de mi cana, dejarla en cierre por deliberado derribo o, como alternativa, dar el traspaso y cierre no de mi cana sino de este mal año, dejándolo escaparse rápidamente hasta el más absoluto de los olvidos y hacer de él solamente una anotación en el calendario de fechas largas.

En definitiva, que sólo fue un instante que se marcha junto a esas cuatro cifras, dos, cero, cero y nueve, sin dejar huella en lo que desde hoy mismo, sólo al día siguiente, ya es para nosotros un Año Nuevo.
Por eso, quito los carteles de derribo y me congratulo en anunciar, tras las reformas, la gran reapertura de lo que nunca cerró.
4 comentarios:
Buff, de la que te has librado.
Es que... necesitaba comer.
Cordialmente,
Félix
Lo que hace el hambre ;-)
Bravo por la reapertura, por la novedad y por el rumbo que, aun errante y anárquica, nunca tu cana perdió.
Sí, Lucano, pero es que no me vendía por un simple plato de lentejas... ¡que era tostón! ;-P
Gracias por tu fidelidad y por tus palabras, siempre agradables y con tino, con mucho tino. Intentaré mantener erguida esta cana que se me cae cuando menos me lo espero. ¡Ah! Y anárquica, siempre.
Cordialmente,
Félix
Publicar un comentario