Fiel a esa tradición que me embarca todos los años en este día, he acudido a rendir mi homenaje a don Miguel.
He sentido su hálito entremezclado con las gotas de lluvia.
He revivido aquellos momentos que sólo conozco por la lectura.
He intentado imaginar cómo sería con él presente.
He acompañado a cada una de las hojas de laurel de esa corona de lazo rojo, sin más color, para aposentar mi recuerdo a los pies de su figura.
He sentido su hálito entremezclado con las gotas de lluvia.
He revivido aquellos momentos que sólo conozco por la lectura.
He intentado imaginar cómo sería con él presente.
He acompañado a cada una de las hojas de laurel de esa corona de lazo rojo, sin más color, para aposentar mi recuerdo a los pies de su figura.
Y ahora, cuando son las horas en que el tufo del brasero cumplía con el cruel destino, acabando con la vida del reo, acabando con la reclusión de su cuerpo y de su alma, en la penumbra de un cuarto silencioso, mi cana se entretiene en la lectura de un poemita mientras en mis oídos aún retumban las palabras del rector, de mi rector, poniéndole voz a cada uno de sus versos.
Pero yo, como él, quiero vivir, vivir... y ser yo, yo, yo... aunque el duro bregar me deshaga.
Pero yo, como él, quiero vivir, vivir... y ser yo, yo, yo... aunque el duro bregar me deshaga.
2 comentarios:
Vivir, vivir, vivir... con la esperanza de un misterioso hogar donde ir a refugiarnos. Un abrazo desde la guardia.
Vivir y ser "yo" cada uno de nosotros. Ser "yo" cada cual, sin que haya nadie esperando a que asomes las orejas. Ser uno mismo a pesar de las circunstancias.
Y, al final de cada jornada, de cada vida, tener refugio para dar descanso a las múltiples canas que habrán poblado nuestras almas.
Cordialmente,
Félix
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