¿Por qué será que nunca llueve a gusto de todos?
Eso es lo que ha pasado estos días. La pertinaz lluvia ha anegado las calles de Salamanca, embarrándolas para impedir que fuésemos fieles a la cita. Pues desde que el príncipe Juan mandase empedrar la de San Martín, pocos han sido los progresos habidos en estas calles. Han sido días de mirar tras los cristales cómo las pobres gentes se empapaban en su tránsito mientras el calor de la hoguera me retenía, en un abrazo invisible, impidiéndome salir siquiera al zaguán de casa.
Hoy, aun con un frío cortante, el sol apareció brillando sobre los cielos salmantinos, reflejándose en la dorada piedra franca, que dicen fregadera, de casas y palacios. Un día en el que ya desde las primeras horas, el ambiente invitaba a salir a la calle para deambular sin motivo. Inmediatamente, he mandado recado a mis compañeros de salidas para retomar lo pendiente.
Todos han aceptado la proposición y, casi de inmediato, nos hemos puesto en marcha.
Así, aunque bien entrada la mañana, comenzó la reunión en la Puerta del Sol, tal como quedó propuesto, junto a los portones de la Casa de los Maldonado y frente a la Iglesia de la Compañía de Jesús, la del Espíritu Santo. El doctor Zúñiga algo quejoso por unas fiebres que le entumecen, aunque los demás sospechemos, casi con certeza, que se trata más de mal de soledad, pues desde que murió su amada Pilar, hace más de veinte años ya, es la única enfermedad que le recurre periódicamente. Los demás, Carlos el Papón, Pelayo, ese hijo que le apareció a Zúñiga casi sin sospecharlo, y este servidor, mostramos el mejor de los ánimos y así se lo intentamos transmitir al Vizconde.
Así, aunque bien entrada la mañana, comenzó la reunión en la Puerta del Sol, tal como quedó propuesto, junto a los portones de la Casa de los Maldonado y frente a la Iglesia de la Compañía de Jesús, la del Espíritu Santo. El doctor Zúñiga algo quejoso por unas fiebres que le entumecen, aunque los demás sospechemos, casi con certeza, que se trata más de mal de soledad, pues desde que murió su amada Pilar, hace más de veinte años ya, es la única enfermedad que le recurre periódicamente. Los demás, Carlos el Papón, Pelayo, ese hijo que le apareció a Zúñiga casi sin sospecharlo, y este servidor, mostramos el mejor de los ánimos y así se lo intentamos transmitir al Vizconde.
En esta mañana de sol, la riada de gentes nos empujó hacia el viejo Azogue. A pesar de que la actividad se trasladaba poco a poco al entorno de la gran plaza de San Martín, aún había mercado y el ambiente era espectacular. Las gentes del alfoz voceando sus productos. Niños y ancianos curiosos por entre los vendedores. Charlatanes y embaucadores haciendo gala de sus artes. Damas y criadas atentas a lo que se les ofrecía desde el otro lado de los tableros. Mendigos exprimiendo sus males en favor de mover a la cristiana caridad de los transeúntes. Olores mezclados embargando los sentidos. Vivos colores de exóticas hortalizas que, tras su novedosa venida de las Indias, comienzan a hacérsenos familiares. Gentes y más gentes que nos envuelven y distraen nuestra conversación mientras dirigimos nuestros pasos a la fábrica de la Catedral Nueva.
Las obras se muestran avanzadas a pesar de que desde hace años la escasez de capitales haya provocado la casi paralización de la actividad en las mismas. Las naves están prácticamente finalizadas y, desde que el cabildo dispusiese su traslado a ésta en 1560, tras ser completada por el maestro Gil de Hontañón hasta el crucero, el trasiego de gentes por su interior es constante. Iniciamos el recorrido por el interior atravesando la puerta de la torre y comenzamos a admirarnos con cada una de las capillas que vamos recorriendo. La capilla de San Lorenzo, la de San Pedro, a la que las gentes han dado en llamar "Dorada", la de la Madre de Dios, también llamada del Presidente Liévana. Al paso por la capilla ahora llamada de la Virgen del Desagravio, Zúñiga se detiene a observar el pequeño cuadro que preside su altar. -¡Magnífica obra pese a su tamaño!- dice acercándose para observarlo en detalle. -Pero... fíjense vuestras mercedes. ¡Su tela está remendada! Una lástima pues desmerece el resultado- vuelve a comentar dirigiéndose a quienes le acompañamos.
-¿¡Lástima!?- Exclamo interrogante. -¿No conocen ustedes la historia?- vuelvo a preguntar.
-¡Pues no!- me dice Pelayo quien, por su juventud, está menos al tanto.
-¡Ah! Excelente disculpa para recordar un hecho, leyenda para unos y real para el resto, que acaeció hace años.

-Curiosa historia- comentó el leonés. Y siguió, preguntándonos, -¿y conocen ustedes la historia de la Virgen de la Verdad?- Los demás nos miramos interrogándonos con las miradas. -Cuéntala, amigo, pues de seguro que alguno la desconocemos- le dije.
-Bien. Fíjense en la capilla frontera a la que ahora contemplamos. ¡Vayamos hacia ella!- nos dijo el papón mientras comenzamos a desandar nuestros pasos para pasar a la nave norte de la fábrica.
Llegados a la capilla, pudimos observar cómo su interior era presidido por una imagen de la Virgen con el Santo Niño en su regazo y nuestro amigo Carlos comenzó su narración.
-¿Conocen la leyenda del toledano Cristo de la Vega, que juró los amores de una dama para decir verdad? Pues aquí, en esta ciudad de la recia meseta, fue su Santa Madre la que hubo de intervenir en causa mundana-.

-Esta es la leyenda, cierta para algunos, de la imagen de Nuestra Señora de la Verdad- finalizó el leonés.
Tras el relato, que nos tuvo en absorto silencio durante unos minutos, comenzamos a escuchar los rugidos de nuestras tripas. Se nos había llegado la hora de volver a casa y dar gusto al estómago. Así, en recatado silencio, pues era más fuerte el pensamiento en la olla que la gana de conversar, decidimos que era hora de despedir la compañía y volver cada cual a su hogar donde seguro había alguien esperando con los platos sobre el mantel y la comida dispuesta. Ya habría otros tiempos para visitar las traseras de esta obra, recorrer el Seminario de Carvajal y, por estar junto a él, entrar en la vieja iglesia de San Cipriano hasta alcanzar su cripta en busca de la sombra del Marqués de Villena.
Pero eso será en tiempos mejores. Estoy seguro de ello.
Post Scriptum.
Seguro que habrá quien se interese por esto cuando el XXI cumpla sus primeros años. Para ellos, sólo dejar constancia de que ambas imágenes de la Virgen siguen pudiendo ser admiradas en sus correspondientes capillas de la Catedral Nueva. Es más, por los documentos se sabe que el retablo de la Capilla de la Virgen del Desagravio fue construido en 1665 por Francisco García, siendo el tallista Juan de Mondravilla.
Pero eso será en tiempos mejores. Estoy seguro de ello.
Post Scriptum.
Seguro que habrá quien se interese por esto cuando el XXI cumpla sus primeros años. Para ellos, sólo dejar constancia de que ambas imágenes de la Virgen siguen pudiendo ser admiradas en sus correspondientes capillas de la Catedral Nueva. Es más, por los documentos se sabe que el retablo de la Capilla de la Virgen del Desagravio fue construido en 1665 por Francisco García, siendo el tallista Juan de Mondravilla.
También decir que aunque sus nombres hayan cambiado, siguen estando en los mismos lugares la Puerta del Sol (entre la Clerecía, casa de las Conchas y antiguas cocheras de San Isidro), el Azogue Viejo (junto a los muros traseros de la Catedral Vieja), la calle de Sordolodo (ahora de Meléndez Valdés), el callejón de las Velas (con el mismo nombre entre Meléndez y San Benito) y la calle de la Nevería (ahora de Sánchez Barbero).
Finalmente, pero no por ello menos importante, mi más sincera gratitud a don Félix González Modroño, escritor que me ha subyugado con su obra, creador de los personajes de Fernando de Zúñiga y Pelayo, con los que, por admiración a ellos y a su autor, he querido compartir este paseo por la Salamanca del XVII. Sin la cariñosa aquiescencia del padre de estos personajes, este paseo nunca hubiera sido el mismo.
Finalmente, pero no por ello menos importante, mi más sincera gratitud a don Félix González Modroño, escritor que me ha subyugado con su obra, creador de los personajes de Fernando de Zúñiga y Pelayo, con los que, por admiración a ellos y a su autor, he querido compartir este paseo por la Salamanca del XVII. Sin la cariñosa aquiescencia del padre de estos personajes, este paseo nunca hubiera sido el mismo.
5 comentarios:
Nada que agradecer, tocayo. Encantado de que mis personajes participaran en el magnífico paseo con el que nos has deleitado. Si todos amáramos igual que tú cuanto nos rodea, ¡cuánto mejor nos iría!
Un abrazo.
En todo caso, muchas gracias, Félix, por tu amabilidad, disposición y por pasarte por aquí. Es un placer leer tus palabras.
Cordialmente,
Félix
De Félix a Félix: tu paseo me llevará a las novelas, seguro. Punto y seguido.
Oleeeeee la Sabiduría!!!
Asi da gusto Félix, Tanta cultura junta me supera.
Pásate por ellas, Lucano. Conocerás al auténtico Fernando de Zúñiga y su asentada perspicacia del XVII.
Jose, deja pasar unos días para asentar, que ahora tienes la neurona copada por coplas, costales, rebujitos, cruzcampos, montaditos, risas, amigos,...
¡Como para meter algo más! ;-))
Cordialmente,
Félix
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