¡Nunca confiaré en los tintes!
Lo único que consiguen es engañarme mientras los demás siguen viendo mi interior.


sábado, 5 de enero de 2008

Noche de Reyes


Mis mejores zapatos aguardan relucientes junto a la chimenea.

Sé que los Magos apreciarán mi trabajo, pues es éste el único día del año en que me esmero en la limpieza del calzado. Y así ha sido desde siempre. Desde que en casa nos enseñaron que esta es la noche más mágica del año. Y lo recuerdo para tenerlo presente. Es la noche. Mi noche. Y mañana, será momento para rasgar papel y volver a emocionarme con la sorpresa. Porque sé que, como todos los días de Reyes, habrá algo que se me anude en la garganta y me haga brillar los ojos. Sé que me volverá a pasar y que seré incapaz de controlarlo, aunque haré los mismos esfuerzos de siempre para que se me note lo menos posible. Pero se me verá en la cara y no podré ocultarlo. Siempre igual.

Pero la magia está en la noche. Noche de desfile callejero compartido con quienes queremos y nos quieren. Caramelos de sabor eterno a felicidad inexplicable. De peticiones de última hora, desde el alma y en silencio, a su paso por nuestro lado. Y hablamos con Melchor, con Gaspar y con Baltasar. Porque son ellos. De verdad. Aunque parezcan otros. Quienes somos capaces de llegar a hablar con ellos, desde el alma y en silencio, sabemos que son ellos. Y nos callamos para no romper la ilusión.
Porque la magia está en la noche. La única noche en que los deseos, felices y ansiados deseos, enviados con letras etéreas hasta el recóndito refugio de los Magos, revolverán mis sueños y harán que el desasosiego, feliz desasosiego, interrumpa la placidez que el resto de las noches encuentro en el calor de un lecho en compañía. Feliz compañía.

Sí. La magia está en la noche. En esta noche en la que el aroma a cacao tibio y galletas de nata invade todos los rincones de mi alma. Cacao y galletas que mañana se verá que sirvieron para alivio de viajeros, mágicos viajeros. Y espero atento, con el oído despierto, para escuchar los pasos de los camellos y los susurros de los Magos. Y, creo que, como siempre, me vencerá el sueño antes de poder encontrarme con ellos y decirles cómo les echo de menos el resto de noches del año. Porque las demás no son mágicas, aunque pueda dormir de tirón.

La magia está en la noche. En esta noche en la que todos en casa volvemos a ser niños, con la ternura que olvidamos el resto de noches. Y todos esperamos con afán su llegada. Y la ilusión vence al sueño, hasta que el sueño se hace ilusión y nos vence. Y dormimos. Y esperamos a mañana. Pero esta es la noche y lo sabemos.

Y al final, nadie sabe cómo ni cuando, los Magos pasarán por el balcón y dejarán todo lo que les pedimos. Y la chimenea amanecerá invadida de regalos. Regalos, sí. Pero también la ilusión de poderlos recibir, de compartirlos entre nosotros y con muchos otros. Aunque no lo sepamos. Porque la magia lo hará posible. Aunque no pueda reflejarse en las fotografías de esa cámara que ya tengo preparada. Intentaré capturar los momentos, pero sé que será imposible guardar la magia. Y volveré a rasgar envolturas de cariño. Y me volveré a emocionar. Como todos los años.

Y tendremos que esperar hasta la próxima noche de Reyes para poder vivir, revivir, la magia y los deseos. Y se cumplirán. Otra vez.

2 comentarios:

Lucano dijo...

Como todas las noches de Reyes, escuché ruidos y me acurruqué aún más para dejarles entrar y salir de casa. Como todas las mañanas, también hubo nudo en mi garganta y brillo en mis ojos. Lo mismo. Lo nuevo.

Félix dijo...

Probemos a acurrucarnos todas las noches, aunque no sean la de Reyes. A lo mejor...