Acabo de caer en ello.
He visto lo que, hasta ahora, sólo era una ilusión. O al menos eso creía.
La verdad es que, desde hace algún tiempo, cada vez que tengo que excusarme para vaciar la orina de mi vejiga (cosa que ocurre con frecuencia creciente), me doy cuenta de que algo está cambiando. Sí. Es prosaico, pero es la verdad. Son estas cosillas cotidianas las que nos advierten de la cruda realidad.
Al principio, sólo era eso. Un algo más de la fisiología de mi cuerpo que me recordaba el abandono de una juventud cada vez más distante, sepultada bajo una sólida madurez que ha estabilizado mi vida. Y nunca le he dado más importancia de la que yo supuse que tenía. ¡Maldita próstata inútil!
Pero ahora es más serio. Es algo que me ha sorprendido. Porque no me lo esperaba. Lo he visto así, de repente. Y creo que no estaba preparado para ello. ¡No!, no es que lo crea, ¡estoy seguro! Aún no me ha llegado el momento. Y, sin embargo, acabo de descubrirme la primera cana. ¡Tengo una cana!... Pero no una cana cualquiera, no.
¡Tengo una cana en el alma!
1 comentario:
Desde ahora mismo, yo también tengo "Una cana en el alma" en el elenco de buenas gentes.
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