¡Nunca confiaré en los tintes!
Lo único que consiguen es engañarme mientras los demás siguen viendo mi interior.


miércoles, 23 de enero de 2008

Mente en blanco

He intentado dejar mi mente en blanco. Por unos momentos. Infinitesimal.

Y no he podido.
No recuerdo haber tenido nunca la mente en blanco. Siempre tan llena de tantas cosas, que soy incapaz de alcanzar a saber de algún momento en que estuviese desocupada. Y necesito despejarla. Vaciarla. Dejarla en blanco.
Se me agolpan las palabras para salir sin concierto.
Sol. Vida. Muerte. Gente. Tú. Campo. Soledad. Amistad. Crecer. Volver. Amar. Rutina. Dolor. Piedad. Ayer. ¿y...?
Busco y encuentro mi mente llena de insignificancias, de cosas sin valor, acumuladas poco a poco. Viejo almacén al que no llega el polvo aunque todo lo que encuentro esté polvoriento. Cosas que pugnan con las palabras por abandonar su locus. Y salen. También sin orden. En continua mezcolanza.
Heridas en tiernas rodillas tras una tarde de combate entre amapolas y trigo. Cuellos duros al frente del babero escolar que asistió pasivo a las primeras letras. Amigos. Amistades. Amistades peligrosas. El primer pantalón largo que guiaba hacia el primer amor. Enemigos. Oponentes. Enemigos no peligrosos. Una noche. Noche junto a la iglesia del primer cigarrillo. El último pitillo. El calor de la muerte. Despertar en comunión. El dolor de la muerte. No despertar. Día a día. ¿y...?
Nada útil ocupando el espacio que necesito para decir algo. Para comunicar que estoy aquí. Lo necesito y, sin embargo, la mente ocupada con otras palabras, con otras ideas. Inútiles. Recuerdos.
Y Neruda insistente, me gustas cuando callas. Ausente. Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Debo dejar mi mente en blanco. Tiene que ser así para volver a empezar. Continuar. Comunicar.
Ahora, la mente rebosa y no hay nada que decir.
Quiero dejar la mente en blanco para, algún día, recordar que tuve la mente en blanco.

Quiero hablar y no encuentro palabras. Tengo que olvidar, pero siguen saliendo palabras inconexas.

8 comentarios:

Iacobus dijo...

Si definimos el blanco como la ausencia de color y aplicando el simil a la mente, nunca podremos tener la mente en blanco, ya que la misma ausencia de algo ya significa la existencia de ese algo.
Siempre he intentado tambien dejar la mente en blaco en algún momento y nunca lo he consegido, al igual que te ocurre a tí, me vienen recuerdos o imagenes de lo pasado.
Considero que aquellos capaces de dejar su mente en blanco no son mas que personas que no han sentido, que no han amado, que no han odiado, es decir que no han existido aunque hayan vivido.
Saludos.

Félix dijo...

Es cierto, Iacobus, pero a veces hay que vaciar para poder rellenar. No siempre se puede vivir de recuerdos y, en ocasiones, hay que agarrar al toro por los cuernos y tomar decisiones que, por costosas, se escudan en ese exceso de abundancia para no salir adelante.
Lo mejor, sin duda, el equilibrio. Medio lleno o medio vacio, pero en equilibrio. Y eso es lo que intento, aunque a veces sea mejor vaciar completamente y dejarlo todo en blanco que, te corrijo sin ánimo de molestarte, aun siendo la suma de todos los colores (es decir, el lleno completo) es más gráfico y comprensible. Así, sería mejor haber dicho "Mente en negro", por lo de la ausencia total.
Cordialmente,
Félix.

Lucano dijo...

Iba a dejarte un comentario sin texto, en blanco, pero en letras rojas, que no blancas, y tras un triángulo amarillo, que no blanco, se me recuerda que esto es un "Campo obligatorio; no debe dejarse en blanco". Un abrazo azul, ¡y blanco!

Félix dijo...

Gracias, Lucano, por tu blanco imposible.
Ya ves, no siempre basta con la intención, por buena que sea. Siempre hay agentes externos que nos condicionan.
Cordialmente,
Félix

Iacobus dijo...

Cierto Felix, no me olvido que eres de ciencias y me gusta la corrección. Es cierto que el blanco es la suma de todos los colores y el negro la ausencia del mismo, la mente a veces te juega estas malas pasadas.
Saludos.

Ana Pedrero dijo...

Deja tu mente en blanco, como blancas son también las canas del alma. Y que fluyan los palabras. O que pintes de blanco también los silencios, tan elocuentes a veces.

Un beso.

Félix dijo...

Me confieso incapaz de seguir tus consejos, Berrendita.
Sigo sin poder blanquear, encalar o enjalbegar que dicen por ahí abajo, mi mente. Me cuesta un triunfo y... no lo consigo.
Tampoco soy capaz de tener silencios blancos. Ese silencio blanco que sólo los sevillanos pudieron poner como nombre a la Amargura. Silencio amargo. Pero no. Ni silencio ni amargura.
Cuando los tenga, los pintaré de rojo. Quién sabe.
¡Eso sí! Mi cana, mi única cana, es blanca como las paredes de cualquiera de las casas de cualquiera de los pueblos que se dispersan por cualquiera de las sierras del interior del sur. Y sigue anclada en mi alma.
Cordialmente,
Félix

Ana Pedrero dijo...

Yo misma soy incapaz de seguirlos, Félix. Pero me siento bien dándolos.
UN abrazo.