¡Nunca confiaré en los tintes!
Lo único que consiguen es engañarme mientras los demás siguen viendo mi interior.


jueves, 10 de enero de 2008

Holgazán

Desde que, el pasado lunes, me dí cuenta del ímprobo esfuerzo que me suponía la reincorporación a la cotidiana actividad laboral, tras unas más que merecidas vacaciones, andaba pesaroso conmigo mismo. ¿Será esa cana anímica (por lo del alma) la que ha desatado este comportamiento? ¿Estoy solo en esta intención absentista? ¿Por qué yo?
Leo a Don Miguel y, qué oportunas surgen siempre las casualidades, veo que somos muchos los que nos comportamos así. Que, "es proverbial nuestro castizo horror al trabajo, nuestra holgazanería y nuestra vieja idea de que el oficio mecánico para ganar de comer rebaja al hombre", dice, refiriéndose a los castellanos. No sabe bién, mi admirado rector, cómo sus palabras tranquilizan mi espíritu. Aun a costa de la generalización. ¡Uf! Pensé que estaba solo en esto y veo que, ya de hace tiempo, es fama general. Pues habrá que aceptarlo. ¿No?
No obstante, seguro habrá quienes afirmarán lo contrario, aunque carezcan de argumentos para refutar esta afirmación. O tendrán argumentos, que usarán convenientemente. Pero, a mí, me valen sus palabras. Me confortan. Pues me permiten sumergirme en el anonimato de la masa, aceptar resignadamente el mal de muchos y, como buen bobo, consolarme y sonreir.
Me alegra saberlo. ¡Soy un holgazán! Pero no un holgazán cualquiera, no. Un vago que, para poder mantener esta condición, debe pensar cómo organizar cada una de sus jornadas. Debe hacer lo imprescindible para no hacerse notar. Debe acudir a su puesto para que no se sepa de su condición. Debe madrugar para poder acudir. Y, además, convencer a quienes le rodean de que todo ello lo hace consciente de que usa su libre albedrío. Es decir, y vuelvo a don Miguel, haciendo uso de mis voliciones enérgicas enfocadas en los órganos genitales (¡porque me sale de los...!).
Sabio mi rector. Cómo me conocía. ¿O sería mejor decir cómo nos conocía? A muchos, al menos.
En cualquier caso, me reconforta saberlo. Saber que no estoy solo. Que somos muchos, muchísimos, los que para poder holgazanear no tenemos más remedio que hacer una jornada diaria de ocho horitas... o más.
Ahora iré más gustoso todos los días, pues sé que somos muchos los vagos. Porque somos muchos los castellanos... y leoneses.

5 comentarios:

Ana Pedrero dijo...

Genial. Sin más. :)

Un abrazo.

Lucano dijo...

Cuando voy y cuando vengo cada día a mi jornada de X horitas en la biblioteca, Compañía arriba, Compañía abajo, holgazaneando lo que puedo, me topo con el Don Miguel de Pablo Serrano. Decía hoy mi acompañante: "Ha vuelto a ganar la etapa de hoy". Y es que nos les tienen ataviado desde el 31 con la corona y las cintas carmesí, cual Rey de la Montaña o Carlos Sáinz al uso. ¿Será posible? Lo es. Me temo que no le gustaría. Yo estoy por convocar una manifestación en la Plaza.

Félix dijo...

Berrendita, gracias. Sin más.

Lucano, ya sabes que, una vez celebrado el acto, que incluye la obligada foto, lo demás sobra. Esto, además, nos demuestra que hay mucho holgazán campante. Pero, en cualquier caso, no convoques manifestaciones que podrían ser malinterpretadas, aunque el laurel aún no pague tasas. Además, Unamuno fue poco amigo de tumultos y aglomeraciones, aunque nunca rehuyó manifestarse. Y si no que le pregunten al paraninfo.
Cordialmente,
Félix

Lucano dijo...

Un operario municipal, un alma caritativa o una ráfaga de viento ya se han llevado la corona de laurel. Mejor.

beatriz dijo...

Me alegro de disponer de esta confesión. Seguro que en alguna futura discusión podré recordarte que eres una vago declarado y que trabajas para que parezca que lo haces.
Gracias
B