¡Nunca confiaré en los tintes!
Lo único que consiguen es engañarme mientras los demás siguen viendo mi interior.


lunes, 16 de marzo de 2009

Un nudo en el estómago

Seguimos en Cuaresma, aunque para la mayoría de nosotros, a pesar de los diferentes compromisos íntimamente personales, no dejan de ser sino unos días más que nos acercan a la Semana Santa.
Son días en los que se aprecia el movimiento cofrade casi por doquier y, sin embargo, apenas sabemos unos de otros. Y este es mi caso. Voluntario del no querer, acepto mi compromiso seleccionando con rigor todos aquellos actos cofrades a los que asisto. Pero no es soberbia, ni siquiera orgullo, simplemente cuestión de gustos. Por eso, a pesar de estar al tanto de la mayoría de presentaciones, conciertos, proyecciones, conferencias, pregones, concursos, ensayos, triduos, via crucis y otros actos cofrades, aparte de salidas procesionales, por supuesto, creo que serán contados aquellos que cuenten con mi presencia.
Del maremagnum de actividades que se me presentan para estos días, algunas ya han arrancado su hoja del calendario (...¡enhorabuena, Conchero!...), mientras que otras, aún mayoría, esperan entre los nervios y la expectación de sus organizadores, el momento en que su puesta en escena sea juzgada por el público asistente. Generalmente público fiel y entregado de antemano, por lo que el éxito está prácticamente asegurado. Y me alegro por ello.
Cuarenta intensos días en los que, quienes nos sentimos cofrades, vemos cómo se despierta la pasión dormida y nos henchimos de actividad hasta saciar nuestros deseos, viéndonos rebosar en más de una ocasión. Cuarentena anual en la que dimes, diretes, rumores y noticias flotan mezclándose con el incienso para regocijo de unos y desespero de otros. Porque son muchos los intentos de sondear el ambiente y no todos realizados con la delicadeza que debieran.
Me entero, con alegría, de que el Descendimiento retomará sus orígenes y que, además, será un acto en el que se renovará la liturgia, haciendo de él lo que debiera y no lo que algunos mantienen en sus pobres recuerdos. No quisiera pecar de osado, que no es tiempo de pecado sino de penitencia, pero mis lecturas siempre me llevaron al Humilladero de la Cruz, construido y derribado según las modas, pero siempre lugar central de la pasión salmantina, a pesar de que, puntualmente, su ubicación sufriera también los avatares de los gustos ciudadanos. Y, además, he sabido que costó menos de lo temido por quienes defendían este enclave con argumentos que, aun excelentemente fundados, son para mí, fiel defensor de tradiciones bien entendidas, completamente innecesarios.
Escucho cómo la "temida" procesión del Santo Entierro parece estar encauzada y todos sus protagonistas se regocijan de haber alcanzado el acuerdo que hará que discurra sin inconveniente. Seguramente volverá a ser la de siempre, pues estoy convencido de que forma parte de la idiosincrasia cofrade y que, si no fuese así, la tarde del Viernes perdería parte de lo que muchos esperan. Confío en que mis palabras sean erradas y que por primera vez en mucho tiempo, en tanto como soy capaz de recordar, brille la organización, sea una procesión admirada y que quienes desean su fracaso vuelvan a casa cargados con su propia desilusión.
Me dicen, y no es charla de taberna, que hay quienes esperan ofrecer sorpresas en estos días de pasión. Sorpresas de Pascua. Sorpresas que, por depender de terceros y alterar lo establecido, no sé si serán viables o, siquiera, del agrado de unos y otros. No quiero que mi camisa se ensanche en varas y por ello no seré más explícito, pero no me gustaría que por unas cosas u otras se revolucionase un corral que parece tranquilo. Dejemos que el gallo siga durmiendo... o dormido. Como siempre.
Sé que hay quienes en su propia inquina están revolviendo aguas para poder seguir pescando como si nada hubiese pasado. Ellos saben que el pescado hace tiempo que se vendió y que llega un momento en que, de tanto tensarlo, el sedal parte por donde menos lo esperaban. Ahora, cuando comienzan a crujir algunos dientes, yo pido firmeza. Nada más. Firmeza en la confianza que da la verdad y defensa del bien por encima de todo.
Hay pasos nuevos. Nuevas imágenes. Nuevos recorridos. Viejos enconos y rencillas. Las trabas envidiosas de siempre. Ese ¡quítate tú, que me pongo yo! Nuevos vinos en odres demasiado viejos. Promesas incumplidas y amenazas latentes.
Novedades, al fin y al cabo, para lo que sigue como siempre.
Todo esto, no obstante lo bueno, hace que las sensaciones sean cada día más agridulces y desangeladas. Y sigo viendo que prácticamente nada cambia, aunque haya quienes quieran hacer lo correcto, porque es el fondo lo que me importa. Que las cosas no sólo están como antes sino que, en muchos casos, van hacia derroteros más escabrosos, haciendo que el ánimo de muchos justos decaiga hasta decir basta. Que poco a poco, esa "sangre verde" que me recorre por dentro va no sé si diluyéndose o escapándose por algún orificio desconocido, pero que está haciendo que mi pasión sea cada vez menor, que la vea cada vez más distante y que, según voy quedando exangüe, se me vaya escapando con ella el sentir, haciendo que vea la Semana Santa más como un recuerdo que como un presente. Me duele, pero es lo que hay. Por eso este nudo en el estómago.

4 comentarios:

Alberto dijo...

La Cuaresma, siempre como tiempo de preparación, y para nosotros los cofrades, de verdadera agitación. ¿Descansaremos en Semana Santa, desde la fila, desde el banzo, desde la acera? La verdad, más que nunca quiero llegar a ese momento en el cual solo importe el minuto presente.

Un abrazo y muchas gracias.

Lucano dijo...

Lástima de nudo. Por desgracia, de vez en cuando, a todos nos ata. Disfruta lo que puedas... y las sorpresas que dices, que duerman en su cajón ;-)

sentimientos y locuras dijo...

Esta vida esta loca. Quien con niños se acuesta meao se levanta. Es una pena que las ilusiones y el trabajo siempre sea injustamente tratado por los que nos rodean. Por eso allá cada cual con lo suyo. Solo nos queda querernos entre nosotros y apoyarnos.

Félix dijo...

Descanso. En un minuto, descanso. Eso aunque algunos cofrades se agiten más de la cuenta. Así debiera ser, Conchero.

Dejemos que la gaseosa sorpresa pierda el gas por sí misma y que podamos disfrutar sin tener que vigilar quién viene sorprendernos. Gracias, Lucano.

Qué te voy a contar que no sepas, Jose. Si no fuera por nosotros y los ratos que nos damos de vez en cuando... Esto sería peor de lo que lo pintamos.

Cordialmente,
Félix