¡Nunca confiaré en los tintes!
Lo único que consiguen es engañarme mientras los demás siguen viendo mi interior.


viernes, 20 de marzo de 2009

Antonio del Castillo

Ayer, día en el que los padres somos felicitados por los hijos, hubo uno, seguramente representando a un inmenso batallón anónimo, que no recibió el afecto de su hija. Mientras la mayoría recibíamos el valioso regalo del cariño de nuestros hijos y lo celebrábamos con fiesta, Antonio recibía como puñaladas, noticias que jamás quiso escuchar. Noticias que ninguno queremos escuchar pero que están ahí, abriéndonos los ojos a una realidad más cruda que cualquiera de las ficciones. Antonio dejaba de chapotear en las fangosas aguas de un Guadalquivir revuelto para empezar a pensar en cómo será posible remover montañas de basura. Dejó de asomarse a la barandilla del Puente de Camas para comenzar a rebuscar entre los despojos urbanos de Alcalá de Guadaira. Y, mientras va de un sitio a otro, los golpes de maza le van vaciando por dentro. 
Dos energúmenos, adolescentes aún aunque seguramente con más vida por detrás que por delante, iban dando detalles de aquella escabrosa noche. Alcohol. Pastillas. Sexo. Violencia. Muerte. Latigazos que enjironaban la piel de Antonio, haciéndole llorar de rabia. Traperas puñaladas que, a traición, le iban vaciando el corazón de la poca sangre que le quedaba para dejar hueco a la inmensa pena. Seguro. Porque la pena se queda dentro, en el alma, mientras la rabia supura por cualquiera de los poros de la piel. Seguro.
Antonio, ayer, no pudo recibir su regalo. Se lo quitaron ese maldito día de enero en que Marta salió de casa para no volver. Antonio, ayer, no pudo celebrar su día. El veneno de las noticias ocupaba todo su tiempo. Antonio, ayer, no pudo besar a su hija y decirle cómo la quería. Porque querría a su hija como sólo la quiere un padre; aunque no se lo dijera cuando pudo y no pueda decírselo ahora que se le escapa ese amor, perdido ya. Porque aunque la busca con ahínco, no es capaz de encontrarla para decírselo por última vez.
No puedo dejar de pensar en Antonio. No dejo de pensar en Marta. En todas esas Martas que, adolescentes, se lanzan a la vida sin saber que detrás de cualquier puerta pueden perderla. Y la preocupación, inconscientemente, sin quererlo, se adueña de mi cana.
Antonio, a pesar de todo, felicidades.

7 comentarios:

beatriz dijo...

Uno de los rasgos que siempre más me han gustado de mi caracter es mi capacidad de empatizar con los demás.
He de reconocer mi egoismo con respecto a Antonio y a tantos otros que sufren en carne viva una barbarie que en ningun caso debería sobrepasar las pantallas de television.
Lo siento no quiero ni imaginar su dolor, ya sólo eso duele demasiado. Perdón.

Félix dijo...

Creo, Beatriz, que todos somos egoístas con todos los Antonios que hay por el mundo, aunque a veces el dolor, su dolor, nos toque puntualmente. Es la vida. Así, hasta que no nos toca a cada uno de nosotros, no alcanzamos a imaginar siquiera ese dolor que debiera quedar en la ficción televisiva.
Cordialmente,
Félix

Alberto dijo...

Preciosas palabras, Félix. Y la fotografía, completamente expresiva. Esos ojos cansados, derrotados, que piden a gritos ser cerrados para cuando vuelvan abrirse oír a Marta en el pasillo. No solo la han perdido, ahora estos hijos del mismísimo diablo juegan con su memoria y siembran el terror en sus padres pensando que los últimos minutos de su hija sufrió la peor de la violencia que le pueden hacer a una mujer. Esos hijos del mismísimo diablo, ahora cambian su testimonio y cambian las aguas del Guadalquivir por la fosa de un basurero que es la mejor matáfora de su podrido corazón. Que Dios nos haga justicia.

Félix dijo...

Pues yo creo que ya le da igual, aunque sufra. Que lo único que quiere es paz. Y después de la paz, justicia.
Gracias, Conchero.
Cordialmente,
Félix

sentimientos y locuras dijo...

No comprendo, intento darle vueltas y no entiendo que un individuo pueda guardar tanto mal en su interior. NO puede ser real. ¿Que esta pasando?
Los ojos de ese hombre me expresan todo. Mirando a esos ojos no hace falta nada más.
Deseo que no vuelva a pasar.

Marisol dijo...

Estoy de acuerdo contigo en todo menos en una cosa....no creo que ese amor se haya perdido ya....
perdurará siempre, intacto....de otra manera, pero siempre estará vivo...
Lo peor de todo, no creo que sea siquiera no saber jamás qué paso con Marta, ni la rabia, ni la indignación, ni el odio que sentirán hacía todos los malnacidos que han colaborado, y hablo tanto de los asesinos, como de los encubridores que no delataron....lo peor de todo es que todo esto haya sido público....y no poder llorar en la intimidad.....
Esos ojos.....buffff

Félix dijo...

No, Jose. No podemos comprenderlo. No debemos comprenderlo. Porque el día que lo comprendamos seremos como ellos. Comparto tu deseo. Todos compartimos tu deseo, aunque sepamos que no se cumplirá.

Marisol, no es el amor el que se le pierde; es ella, "su amor", a la que nunca más podrá decirle cuánto la amó.

Cordialmente,
Félix