Esta es, seguro, la entrada más meditada y que más tiempo me ha costado redactar de cuantas hasta el momento he plasmado en esta bitácora deshilachada.
He tenido que dejar pasar el tiempo, dejarme reposar y recapacitar a conciencia.
Desde la pasada Semana Santa, hay una cosa que ha estado rondado insistentemente esa cana que ahora he perdido, con la necesidad exigente de ser aclarada. No para nadie sino para mí mismo. Por eso, aunque las deje constantes en este diario, no quisiera que mis palabras fueran malinterpretadas. Y mucho menos pecar de vanagloria, que no está en mi ánimo.
En los últimos tiempos, varias veces y por personas distintas, se me ha planteado la posibilidad de constituirme en abanderado del proceso de recambio directivo de esta Junta de Cofradías, Hermandades y Congregaciones de Semana Santa que ahora tenemos en la ciudad de Salamanca. Cambio que tendrá lugar el próximo año mediante la correspondiente convocatoria de elecciones.
Mi contestación ha sido invariablemente la misma: ideas puedo aportar para su consideración por todos (de hecho creo que más de una vez lo he hecho), pero no me veo siendo la cabeza visible de la Semana Santa salmantina. Al menos por ahora, pues creo que es necesario un proyecto completo, meditado, consensuado y, sobre todo, viable, en el que deben entrar a jugar tantos factores que no sé si alcanzo a verlo.
Para ello se necesita no sólo un recambio en la presidencia y resto de cargos de confianza, aunque éstos sean la punta del iceberg, sino un vuelco en la manera de entender este órgano por parte, sobre todo, de las diferentes Juntas de Gobierno a través de sus máximos representantes y, por qué no, de los cofrades por ellas representados. ¡Ah! Y tiempo. Mucho tiempo.
Creo que siempre he intentado, con mayor o menor acierto, aportar mi granito de arena a esta semana que nos dura todo el año, teniendo siempre en cuenta mis limitaciones, que no son pocas.
He de reconocer que jamás destaqué por mis habilidades manuales, por lo que nunca se me habrá visto confeccionando, reparando, diseñando o preparando pasos, insignias u otros elementos procesionales en aquellas cofradías en las que he pasado algunos de mis ratos. Tampoco puedo presumir de lucidez en la mente, pero como ésta la tengo más entrenada, aunque sólo sea por empeño, de vez en cuando me surge alguna idea que me parece aprovechable y así se la comento a quienes pueden darle un mucho mejor uso que el que le daría yo. Y ese es mi mínimo aporte a este asunto. Pero, asumir el reto de dirigir los destinos de la Junta de Cofradías es harina de otro costal y yo, que sólo supe cargar con los hombros aquellos pasos con los que llegué a desfilar, no me veo en condiciones de enharinarme con el costal de esa responsabilidad sobre mi cabeza.
No es novedad mi oposición a la forma en que se entienden actualmente las funciones de este órgano de nuestra Semana Santa y no creo que esté diciendo algo que no haya dicho con anterioridad. De hace tiempo es mi creencia que la Junta de Cofradías debe ser "algo más" que el simple puente canalizador de subvenciones y organizadora de actos que, por entrar frecuentemente en claro conflicto con los de las propias cofradías y hermandades, obligan a la propia Junta a pisar terrenos que no le corresponden. De hace tiempo es mi pensamiento que la Junta de Cofradías debe ser el zaguán de entrada a la Semana Santa salmantina, ofreciendo la mejor imagen de ésta a quienes de ella quieran saber. Debe ser la mejor de las fotografías para enseñar nuestra semana más íntimamente cofrade a quienes de ella lo desconocen casi todo, aunque para eso haga falta quererla y conocerla profundamente. Debe ser, por tanto, amante embajadora de un conjunto de personas, de cofradías, de sentimientos y de devociones, hacia el exterior, dejando que sean las propias cofradías y hermandades las que se ocupen de soportar el peso del trabajo interno que les es propio. En definitiva, debe ser algo vivo y con espíritu, con capacidad de adaptarse a las exigencias de cada momento, de las cofradías y para ellas, pero conjugando intereses como juez, nunca como parte.
Sé que es difícil y por eso, desde mi debilidad, lo único que puedo hacer es ofrecer mi ayuda. Aunque sea para saco roto.