¡Nunca confiaré en los tintes!
Lo único que consiguen es engañarme mientras los demás siguen viendo mi interior.


miércoles, 2 de septiembre de 2009

Examen de septiembre

Este mes de septiembre será el primero desde hace muchísimos años en que no tendré examen.

No puedo presumir de buen estudiante y, por unas cosas o por otras, siempre tuve que recuperar alguna asignatura en este periodo, llamado extraordinario, de cada uno de mis cursos. Después, ya desde el otro lado de la tarima, tampoco fallé ningún año en esta convocatoria, llamada extraordinaria, en la que siempre hubo algún alumno que, por unas cosas o por otras, aparecía por el aula con su bolígrafo en la mano y los restos del verano en la piel intentando arreglar lo que se estropeó en los meses anteriores.

Este curso que ahora termina no me veo apremiado por la confección de preguntas con las que evaluar unos conocimientos; no hay alumnos de última hora tocando a la puerta del despacho con esas dudas tan simples que, en muchos casos, son indicadoras de que el proceso de adquisición personal de conocimientos no ha sido el adecuado, es decir, que no han estudiado y van a ver si pueden retener algo de lo que tú les cuentes (que se supone correcto, que para eso eres el profesor) para intentar volcarlo sobre el papel el día del examen.

Es una sensación extraña, esta de no tener examen, a la que tendré que acostumbrarme pues, según van las cosas, seguramente se repetirá cada curso a partir de ahora. Esta será una de las consecuencias visibles del proceso de cambios que están sufriendo (digo bien, sufriendo) los estudios universitarios en España. Nos han involucrado en una "adaptación" a novedosos sistemas, engendrados en la más antigua de las universidades del mundo occidental, para los que se da por supuesto que serán un auténtico giro copernicano en el fondo y en la forma. Pues bien, en esta última, en la forma, apenas habrá cambios. Mismas infraestructuras, misma plantilla, misma financiación, mismos alumnos... con estos mimbres no creo que sea posible cambiar el cesto, pero, aun así, se han comprometido por nosotros en que esto no es impedimento para que el dicho giro se cumpla. Porque lo que importa es el fondo. Y en el fondo, lo único que importa es la foto, dejando que los de siempre se partan, nos partamos, el pecho intentando cumplir unos objetivos que nos han sido marcados por quienes están viendo la feria desde la valla.

La otra parte del giro, la del fondo, nos pone a la entrada de un camino completamente desconocido para nosotros hasta ahora. Quienes hemos dedicado toda nuestra vida docente a enseñar, ahora debemos dedicarnos a otras cosas, dejando la transmisión del conocimiento en manos de los propios alumnos. Pasamos de educar en conocimientos a educar en competencias, lo que no sé muy bien qué es aunque a partir de este momento se me deba suponer experto. A partir de ahora, la transmisión del conocimiento es lo de menos siempre que el alumno sea capaz de demostrarme que adquirió toda una serie de competencias, establecidas en una lista que es lo más parecido al cajón de un sastre, que yo evaluaré aunque sea completamente incompetente. Porque yo sé cuántos corazones tiene un calamar y soy capaz de contárselo a mis alumnos para que después ellos lleguen a reflejarlo en un examen, pero si, en mi timidez, debo evaluar la capacidad de liderazgo de mis alumnos... algo falla. Porque jamás me prepararon para transmitir mis conocimientos y sólo tras un montón de años de experiencia, creo que puedo decir que estoy capacitado como docente. Pero ahora tendré que ser experto, partiendo de cero, en cuestiones tales que capacidad de expresión oral y escrita, compromiso ético, adaptación a nuevas situaciones, creatividad, liderazgo, reconocimiento a la diversidad y multiculturalidad, iniciativa y espíritu emprendedor, toma de decisiones, razonamiento crítico... porque es lo que tendré que evaluar, mejor dicho, tendremos que evaluar entre todos los docentes que participemos en las enseñanzas. Y no sé si estoy capacitado para ello, aunque espero que, tras un montón de años de experiencia, llegue a adquirir dicha capacidad. Y no sé si es algo que lo den las aulas. Y no sé si, de partida, es algo que necesite un biólogo en el desempeño de su profesión (aunque le venga bien, lógicamente, como cualquier otra circunstancia positiva).

Porque, a partir de ahora, la transmisión del conocimiento pasa a un plano secundario para potenciar el trabajo autónomo del alumno. Se pretende que el alumno se implique con su propio trabajo en el discurrir de las asignaturas, aun a sabiendas que no hay dos alumnos iguales; se quiere que el alumno utilice su tiempo, todo su tiempo, en la adquisición de conocimientos, búsqueda de información, realización de trabajos, preparación de exposiciones... dejándonos a nosotros, los profesores, como meros lazarillos que guíen sus pasos de la mejor manera posible. En fin, que se les acaban los botellones del jueves o, al menos, tendrán que cambiar el lugar y hacerlos en la biblioteca mientras consultan manuales y hacen puestas en común con sus compañeros.

Y nosotros, los docentes, tendremos que hacer imposibles para atender las demandas de cientos de alumnos, cuando el sistema está pensado como "personalizado". Deberemos adaptarnos hasta donde podamos para cumplir los objetivos, para poder disimular lo que hay. Para crear médicos, abogados, ingenieros o filósofos, que sean auténticos líderes con capacidad de adaptarse a situaciones de riesgo sin dejar de lado un fuerte compromiso ético, pero incapaces de saber si el peroné derecho es igual al izquierdo, si el habeas corpus hay que hacerlo en jueves, si al puente aéreo hay que ponerle barandillas o basta con una bionda, o si el giro copernicano sólo es válido en Italia (en Francia sería tour y en España vuelta).

Porque, digamos lo que digamos, está todo inventado. Llevamos siglos adquiriendo y transmitiendo conocimientos y funciona.

Ahora... a ver qué es lo que sale, pero para eso, con el examen de junio vale. Así que, ¡se acabaron los exámenes de septiembre!

4 comentarios:

Lucano dijo...

Me figuro la evaluación de un estudiante de Medicina de sexto curso: tiene madera de líder, porque se ha atrevido a buscar a ese jefe de servicio que nunca aparece hasta en la cafetería del hospital; está comprometido con la multiculturalidad, porque sale con una chica vietnamita; es creativo e imaginativo, pues oye ruidos con el fonendoscopio que nadie jamás escuchó.... Ya le podemos pasaportar a Oviedo, para que allí le evalúen si es competente para sacar buen número en el MIR.

Félix dijo...

Casi mejor al mismo Vietnam de su novia, a ver si allí le reconocen sus competencias y le dejan dedicarse a la medicina tradicional.
Cordialmente,
Félix

beatriz dijo...

Mi primer domingo de curro y por fin saco un raro para ver cómo va tu cana...
Creo que lo peor será estar entre dos aguas. Estos alumnos que cambian de plan y no sólo le van a cambiar los colares a los perro, como siempre fueron los cambio de asignaturas de los planes. Sino que van a cambiar todo. Buff qué mal rollo.

Félix dijo...

Mal rollo, Beatriz, mal rollo.
Cordialmente,
Félix