¡Nunca confiaré en los tintes!
Lo único que consiguen es engañarme mientras los demás siguen viendo mi interior.


jueves, 24 de septiembre de 2009

Salamanca en el recuerdo


Ha sido relajantemente provechoso este periodo que me ha tenido fuera de casa mientras esperaba la llegada del otoño.

Después de vivir la intensidad de unas jornadas en los confines de la Tierra, volví mis pasos hasta tierra de morería. A la vista de la Sierra Nevada, he rehecho los caminos de Hernando el Nazareno y he pisado por aquellos lugares que él siempre amó. Esas Alpujarras que le vieron nacer y esa Granada que perdió el Rey Chico. El monte Valparaiso, renombrado después como Sacromonte, los cármenes del Albaicín, la Carrera del Darro y su encuentro con el Xenil, la Alhambra, la Catedral y la Capilla Real.

Con todo ello en la mente se hace más cercana la lectura de esa novela que comencé en tierras de Cádiz y a la que aún no he sido capaz de poner término. Se me van los días y, entre unas cosas y otras, son pocas las páginas que puedo compartir con Hernando. Pero, a pesar de todo, me imagino recorriendo esas calles junto a él o junto a cualquiera que me quiera acompañar, echando de menos a veces al doctor Zúñiga al que ya considero como un compañero más de aventuras, admirado compañero, en esas tierras de la recién formada España.

Recorro Granada pero mi mente pasea por otras calles. Calles andadas una y otra vez para exprimir cada una de sus losas, cada una de sus piedras, cada una de sus sombras. Son las calles de Salamanca las que me envuelven en todo momento. Las que me traen esos recuerdos que se hilvanaron a mi cana por algo que oí, que leí o que vi. Solo débilmente atados a mi memoria. Tan débilmente que tengo que mantenerlos vivos para no olvidarlos.

Historias de tablaje y de mancebía en las que en cualquier momento se cruzan los aceros por la defensa de una dama o del honor. Leyendas de nobles que en nada tienen que envidiar a Gonzalo de Córdoba en su defensa de la plaza tarifeña o de repobladores en tierras recién conquistadas. Vírgenes que son testigo de acuerdos prometidos como si del mismísimo Cristo de la Vega en su ermita toledana se tratase. Santos cristianizando a toda una judería o encarcelados por un quítame allá esas pajas. Cuevas cuya fama dio la vuelta al orbe o pasadizos cuyo secreto es conocido por todos. Zapateros y corregidores disputándose una anguila. Hospitales que no son sino albergue de desahuciados. Historias de conventos, reales o imaginadas. Y personas, Latinas, Tostados, Ciruelos, Maldonados, Monroyes, Manzanos, Albas o Anayas, que hicieron de Salamanca un lugar en el que la Historia no tuvo más remedio que detenerse para ellos.
Tengo que hacérmelo mirar. No sé si es bueno o no, pero me atraen más los hechos remotos que la actualidad que me rodea. Prefiero el XVII a la modernidad.
¿Será malo, doctor?

8 comentarios:

sentimientos y locuras dijo...

Yo creo que no es malo, además nos viene muy bien que te recrees en vivencias antiguas porque así todos nos empapamos de tus recuerdos y sabiduría. Yo zoquete que soy me viene muy bien así me pongo al día.

Como aparezca la Karategirl nos da pal pelo.

Félix dijo...

No sé, no sé, Jose. A veces pienso que tanta pasión por el pasado no puede ser buena, pero como no me duele nada...
Ojalá aparezca la karategirl, que hay veces que echo de menos su ironía y sus comentarios.
Cordialmente,
Félix

beatriz dijo...

Creo que de mal no tiene nada. Yo vivo en un micro mundo y cuando abro la ventana y me asomo me pego unos sustos....
B

Félix dijo...

Creo que me engañas, Beatriz. Porque siempre estás asomada a la ventana y sabes perfectamente lo que pasa bajo ella. A ver si va a ser que cuando te asustas es cuando sales a la calle, porque atravesar la puerta siempre supone un acto de valentía.
Cordialmente,
Félix

Félix G. Modroño dijo...

Cuando convives con la mala educación que nos rodea o abres cualquier periódico, entiendo los deseos de vivir en otra época. Aunque está claro que en todos los siglos cocieron habas, al menos tenían tenían valores... pero carecían de papel higiénico.
Un abrazo.

Félix dijo...

Cierto lo de las habas, Félix, y lo del papel higiénico. Por eso mis paseos son entre piedras seculares pero desde el siglo veintiuno. ¡Ah!, y además con higiene.
Cordialmente,
Félix

Anónimo dijo...

Cónyuge de Charo, Doctor que te envolviste entre la magia de las piedras seculares de la ciudad que amas el Martes Santo, sólo decirte que narras, ensayas, escribes muy bien.

fdo. el hermano del taurino

Félix dijo...

¡Coño!, ¡Anónimo!
Encantado de verte por aquí y de que opines así de "esto" que me sirve para liberar ese nudo que de vez en cuando se me forma en los adentros.
Encantado de ser cónyuge de Charo. Encantado de revestirme para vivir la magia de siglos cada Martes Santo. Encantado de compartirlo con tanta gente buena.
Gracias por tus palabras.
Cordialmente,
Félix