¡Nunca confiaré en los tintes!
Lo único que consiguen es engañarme mientras los demás siguen viendo mi interior.


jueves, 10 de julio de 2008

Regreso


Cuatro días. Sólo he estado fuera cuatro días y vuelvo con la sensación de que ha pasado toda una vida.

Siempre me ocurre. Cada vez que vuelvo de un viaje, haya durado poco o mucho, haya sido cerca o lejos, tengo la sensación de que he estado fuera de casa una eternidad. Y regreso mirándolo todo con ojos infantiles, como si ese todo fuese nuevo, como si no conociese a todos y cada uno de los árboles, edificios, paisajes que me encuentro a mi llegada. Regreso con mirada curiosa, intentando adivinar, descubrir, qué es lo que ha cambiado en mi ausencia. Escudriño cada rincón del recorrido que me acerca a casa para absorberlo todo, como si nunca hubiese estado ahí. Como si tuviese que reconocer, en el juego de la bienvenida, qué cosas cambiaron mientras estuve lejos.

Y mi ánimo participa intensamente del momento. Se excita, me excito, esperando novedades. Se altera al pensar qué o quién estará esperando en casa. En esa casa que, como hace tanto tiempo que no recorro -o esa es mi sensación-, imagino como un recuerdo, como un sueño. Sí. Mi ánimo se ilusiona. Yo me ilusiono cuando el momento de llegar está cercano. Y pienso en quién me estará esperando. Y sueño con el momento. Con ese reencuentro que, tras toda una vida ausente, me permite ver a quienes quiero. A mis chicas. Mi familia. Porque son ellas las que me esperan.

Cada vez que vuelvo de un viaje, largo o corto, infinidad de sensaciones se apoderan de mí y cubren la flor de mi piel erizándola.

Sé que según van pasando los árboles, edificios y paisajes que voy encontrando a mi llegada, nada ha cambiado y que son los mismos que estaban ahí despidiéndome en mi partida. Pero me gusta volver a verlos como si fuesen nuevos.

Sé que no habrá nadie nuevo esperándome en casa, pero es apasionante saber que quienes me esperan están tan deseosas de mi regreso como yo mismo. Que son quienes estaban ahí despidiéndome en mi partida y que estarán en mi regreso. Reencuentro. Y eso sí que es una sensación tan inmensamente agradable como para que mi piel muestre tersos todos los pelos que la cubren.

Porque cada día que vuelvo es como si todo empezase otra vez. Porque desde hoy comienza una nueva etapa. Porque acabo de descubrir que he llegado y todo es novedosamente distinto aunque nada haya cambiado.

Sensaciones del retorno. Espléndidas sensaciones que hacen del regreso lo más esperado del viaje.

¡Familia! ¡Estoy en casa!

8 comentarios:

Ana Pedrero dijo...

También te espera por aquí tu familia de fabricantes de sueños. Bienvenido, pues.

Un beso para tí y para tus chicas.

sentimientos y locuras dijo...

La vida esta llena de momentos, momentos que guardamos en nuestro particular disco duro protegido contra ataques externos. No hay nada más bonito que saber que en casa te están esperando. Echando de menos en tu ausencia y jubilo, alegría a tu regreso. Que bonito poder ilusionarse con cosas no materiales, con sentimientos, recuerdos y vivencias que siempre podrás compartir con tus chicas.
Feliz regreso, ya veras lo que te tengo preparado para después de San Fermín.

Félix dijo...

Gracias por tu bienvenida, Berrendita. Qué agradable es sentirse de nuevo en casa, aunque lo que nos espere sea la rutina, el día a día. Además, viendo que la chimenea de la fábrica vuelve a producir humo blanco en cantidad, a pesar de las crisis, parece que todo comienza a recuperar su tranquilo cauce.
Ah! Mis chicas te devuelven los besos. Y yo, por supuesto.

Jose, sabes que es así. Que cuando las cosas son deseadas, son vividas con más intensidad. Y que la ilusión se hace, sobre todo, con estas cosillas, con detalles, con sentimientos. Qué le voy a contar a quien derrocha ilusión, locura y sentimiento.
Ahora me toca ponerme al día con los sanfermines y para ello qué mejor que tus crónicas locas y sentidas. Además, me dejas en vilo con tu "sorpresa". ¡Ves! Otra forma de ilusionarse infantilmente. ¿Qué será? ¿Qué será? ...

Cordialmente,
Félix

beatriz dijo...

Bienvenido.

Es curiosos, lo que para tí (y seguro que tus chicas) ha sido una ausencia que te ha traido nuevos viejos sentimientos, para los demás ha sido una continuidad de la rutina diaria.

Yo he hecho una pseudo-escapada de 10 horas a Plasencia (cosas de madres y canarios viejos). He dormido en la casa que fue de mi abuela, donde viví varios años. Me han venido a la cabeza recuerdos de épocas ¿mejores?, quizás fueran sueños, no lo sé.

Como en tu caso, el salir me ayuda a retornar, comprendiendo donde está mi sitio: en mi caso a lado de mi loco sentido, en tu caso al lado de tu chicas del alma (sin canas).

Un besín
B

Félix dijo...

No estoy de acuerdo con Jorge Manrique y su "cualquier tiempo pasado fue mejor", aunque seguramente en él influía la pérdida de su padre. Creo que todos los tiempos que nos toca vivir son los que son, con su bueno y su malo, y no debemos añorar el pasado. Siempre fui partidario del "Carpe Diem" e intento aplicarlo en todas las situaciones.
No obstante, ¿qué sería de nosotros sin recuerdos? Además, una forma estupenda de darnos cuenta de lo que tenemos es alejarnos de ello durante un tiempo. Así sabemos lo que de verdad necesitamos y que en nuestra rutina del día a día olvidamos reconocer y dejamos de apreciar.
Gracias por tu bienvenida.
Me he acordado de tí al ver pájaros varios en mi recorrido. Sé que lo hubieras apreciado mejor que yo.
Ahora, seguiré con mis chicas, con mi alma y con mis canas, ¡por supuesto!
Cordialmente,
Félix

Marisol dijo...

bienvenido, Felix
me alegro de tu ilusión infantil del retorno, eso también forma parte de las vacaciones y de no perderse en la rutina.
Yo hace tiempo que no noto esa sensación al volver de donde sea que me haya ido, será porque últimamente voy a muchos sitios y a ninguno, (espero que no sea porque estoy desubicada sino porque me habitúo a todo). Recuerdo con especial emoción la primera vez que salí de Salamanca, siendo adolescente, durante 15 días, y al volver, en el autobus con la cabeza apoyada en la ventana, al ver mi Salamanca dorada, la elegancia de la silueta de esa magnífica catedral, no pude reprimir las lagrimas de emoción y alegría: ¡por fin estoy en casa!. Ahora que lo pienso, no estoy desubicada, mi casa, mi tierra, mi familia, mi vida... está aquí, en Salamanca, aunque ya no sienta esa sensación de felicidad que tu describes cada vez que voy y vuelvo.
Un abrazo.

Lucano dijo...

No creo tampoco que cualquier tiempo pasado fuera mejor. Sí tengo por cierto que cada regreso nos parece el más esperado, que en casa siempre encontramos si buscamos bien lo bueno, así que enhorabuena por tu regreso... y a seguir regresando de vez en cuando, que viajar y volver a casa son dos placeres hermanos.

Félix dijo...

Marisol, esa sensación que tuviste de adolescente es la que tengo yo cada vez que vuelvo a casa. Y espero no perderla nunca, por mucho que vaya y venga. Te recomiendo que la recuperes. Es tan agradable!

Regresaremos, Lucano, todas las veces que podamos. Porque, ciertamente, es disfrutar un doble placer.

Cordialmente,
Félix