¡Nunca confiaré en los tintes!
Lo único que consiguen es engañarme mientras los demás siguen viendo mi interior.


viernes, 1 de febrero de 2008

¿Creyente? ¡Creyente!

Hace tiempo que no leo a los místicos. No es que haya sido un devorador de sus textos, pero alguna vez los leí.
Ahora, más pragmático, cuando mis canas anímicas me obligan a considerar el tiempo como bien valioso en extremo, leo a otros, de quienes he creído que podía obtener un "algo" más. Al menos por cercanía en el tiempo.
Por lo que recuerdo, los místicos son para convencidos, para creyentes firmes, sin dudas. Deliciosas palabras que inspiran calma y dulcifican el espíritu.
Yo no soy así. Yo estoy hecho un mar de dudas. Desde siempre. Una mente racional, o más bien racionalista, si no es gobernada con firmeza, hay veces que impone criterios que nos hacen dudar.
La ciencia, así sin más, en su vertiente pura, positivista, pretendiendo validar todo mediante demostración empírica, parece incompatible con unas creencias religiosas que no necesitan sino de la fe para tener validez. Pero está claro que la ciencia no es más que un conjunto de herramientas que posibilitan ampliar el conocimiento humano y que ésta debe ser separada de la religión, llamémosla fe, que no necesita la falsabilidad de los argumentos para su demostración.
Además, dudar no es malo. La duda es positiva, pues estimula y favorece la necesidad de profundizar en la búsqueda de su propia resolución, retroalimentándose. ¿Qué sería de un mundo en el que todo estuviese cartesianamente establecido? ¿Qué sería del libre albedrío? ¿Habría necesidad de creer en un Dios expresamente patente?
Últimamente he intentado encontrar respuestas acercándome a quienes, dando testimonio de que también han dudado, reflejan su experiencia en textos que permiten conjugar ciencia y religión. O más bien ciencia y Dios.
Creyente sí, pero no me veo con esa fe del carbonero que defendió Alonso de Madrigal, nuestro "Tostado", en su lecho de muerte y que popularizó mi admirado don Miguel. Creyente sí, pero con dudas. Muchas dudas. Necesitando salir del escondite que proporcionan los dogmas y buscar respuestas.
Me ha defraudado Ayala. Pensé que en su "Darwin y el diseño inteligente", este científico, evolucionista prestigioso y fraile dominico (al menos como tal tomó hábitos), iba a implicarse más. A proporcionarme argumentos sólidos para compaginar evolución y Dios. Ciencia y religión. Sin embargo, no he encontrado nada que ya no supiera. Ningún argumento novedoso para convencimiento de escépticos descreídos. Aun así, me ha venido bien refrescar algunos conceptos y asentarlos para poder continuar.
Más personal y reflexivo es el "¿Cómo habla Dios?" de Collins, director del proyecto "Genoma Humano" y premio Príncipe de Asturias, quien utiliza su experiencia personal para argumentar la compatibilidad entre ciencia y fe. Es ésta una obra, se podría decir, más íntima, más reflexiva, que me ha proporcionado argumentos con los que poder paliar, si no resolver, algunas de las dudas que me asaltan.
Me he sentido bien con ambas lecturas. Cada una en su forma. Pero necesito más. Creo que mucho más. No lo sé, pero, seguramente, por aprovechar mi tiempo, debería desandar estos últimos pasos, aunque no reniego de haberlos dado. O continuar un poco más allá. ¡Siempre la duda!
Debo reconsiderar el creciente valor de mi tiempo y volver a leer esos maravillosos textos de Juan de la Cruz, Teresa de Ávila, Luis de León o del sevillano Isidoro, el último de los padres de la Iglesia. En ellos no existe necesidad de justificar ni de justificarse. La duda está y estará, pero por lo menos ellos estaban convencidos.
Ya lo dijo Teresa: -"¡Sólo Dios basta!"-.

4 comentarios:

Lucano dijo...

"Fides et ratio binae quasi pennae videntur quibus veritatis ad contemplationem hominis attollitur animus".

Así comienza la encíclica que más recientemente aborda esta cuestión tan ardua. Tan amiga de la duda, de la búsqueda y de la Verdad, que de la mano de ellas va caminando. Fe y razón. Hasta contemplar la Verdad.

Félix dijo...

Eso intento, que fe y razón caminen de la mano. Pero hay veces en que cuesta. Y surge la duda. Y la resolución de la duda irá, poquito a poco, dejándonos contemplar la Verdad. Eso espero!
Cordialmente,
Félix

Ana Pedrero dijo...

A veces cuesta mucho. Incluso sin intentar conciliar razón y fe, es igualmente difícil. Porque hay tramos del camino en que la fe nos cuesta un mundo y la razón no sirve de nada.

Un abrazo.

Félix dijo...

Claro que cuesta, Berrendita. Y quien diga lo contrario es digno de mi admiración, pues, al menos, no tiene el desasosiego de la duda.
Pero, también es cierto que lo que más trabajo cuesta, al final es más firme y más apreciado. Por eso debemos aceptar el camino tal cual es y no acomodarlo a nuestros intereses.
Cordialmente,
Félix