¡Nunca confiaré en los tintes!
Lo único que consiguen es engañarme mientras los demás siguen viendo mi interior.


lunes, 26 de marzo de 2012

Cuarenta y cuatro

Cuarenta y cuatro.
Casi el total de minutos que algunos emplean en dar patadas al balón antes del reglamentario descanso. Los tres cuartos de hora que dura una misa de domingo con homilía floreada. Los días penitenciales que van de la Ceniza al Viernes Santo. Los años que he participado en alguna Semana Santa...

Cuarenta y cuatro minutos fueron los que el pasado sábado, en Peñaranda, duró mi primera salida penitencial de este año cofrade. La primera procesión, que realicé sin hábito, sin apenas moverme del sitio, tras un atril y con docena y media de folios entre las manos.
Cuarenta y cuatro minutos de sosiego nervioso en los que pude disfrutar de la Semana Santa como a mí me gusta, desde dentro y sintiéndola, al tiempo, como anónimo espectador. Momentos de emoción al recordar algún nombre, alguna cara, algún día.
Cuarenta y cuatro minutos que se me hicieron suspiro mientras desgranaba mis palabras ante un auditorio callado, en penumbra y atento, haciendo que mis sensaciones venciesen a la inquietud responsable, para sentirme como en el aula cualquiera de esos días en que disfruto contándoles la poca ciencia que sé a mis alumnos.
Cuarenta y cuatro minutos deleitándome, emocionado, con mi primer pregón serio en una Semana Santa seria.
¡Y me parecieron pocos!

2 comentarios:

Félix G. Modroño dijo...

Ya me hubiera gustado escucharte. ¡Mi más sincera enhorabuena!

Félix dijo...

Gracias, Félix. Hubiera disfrutado con tu presencia.
Cordialmente,
Félix