¡Nunca confiaré en los tintes!
Lo único que consiguen es engañarme mientras los demás siguen viendo mi interior.


martes, 17 de junio de 2008

Tertulia

Tuve un amigo. Íntimo. Tanto que fue casi yo o yo pude haber sido él. Que murió sin ver cumplido un deseo. Su deseo.
Enamorado fiel de la tradición, clásico en sus costumbres, casi decimonónico, siempre echó de menos la periodicidad del mullido banco corrido. Añoraba, ahora creo que sé cuanto, el respirar la cargada atmósfera de los salones de cualquier café, tabaco indiano y café oriental, aromas de orujos y tostadas a la francesa, humos absorbidos alrededor de un velador. Y con él otros como él. Gentes amantes de la reunión regular, de la Salamanca cotidiana, de tradiciones, entendidas, a veces, sólo por unos cuantos o quizá no, quién sabe. Conversación sin cuota, sin necesidad de moderador. Palabras que al perderse entre las arañas que iluminasen las largas noches de los miércoles, o los viernes qué más da, diesen la sensación de ser vendajes sanadores de la humanidad más cercana. Frases surgidas en el cálido momento de animación que diesen a conocer a los demás que son más próximas las posturas de lo que se suele interpretar. Diálogos o monólogos, como los que gustaba su admirado don Miguel, entre tazas con los espumosos posos resecos por el paso del tiempo. Horas infinitas que jamás dejasen huella si no fuese la de lo aprendido.
Conversación con fecha. Periódico compromiso con amigos. Intrascendente en su trascendencia. Divino y humano. Eso es lo que quiso y nunca vió cumplido.
Seguro que se perdió en su timidez y no supo buscar donde debía. Seguro que había un sillón esperándole en algún salón, casino entre amigos que nunca llegó a conocer. Y se perdió en brumas nocturnas sin alcanzar a ver la luz del puerto. Y murió sin llegar a saber si algún día, más o menos lejano, hubiese podido compartir tabaco y café con otros contertulios. Nunca supo de la existencia de su añorada tertulia, aunque también es cierto que, seguramente, nunca supo buscarla. Y se equivocó.
Yo tampoco sé de ninguna. De ninguna de las que le gustaban a Luis. Con el ruido en derredor de quienes saben dominar con una ficha y de vidrios entrechocados mientras son puestos a orear. Con gentes amantes de todo y de nada, capaces de opinar sin pontificar, capaces de hablar sin vocear, gustadores de tradición y cofradía. Yo tampoco sé de ninguna y quisiera saber.
Sé que ando equivocado en el calendario. Sé que la tradición viene marcada por el frío y que debe hacerse en el interior, ocultándose del rigor ambiental. Que no es la primavera el mejor momento para acordarse de tertulias. Pero, no creo que se atente contra la costumbre si se conversa en terraza callejera, al arrullo de palomas y chiquillos, viendo pasar a unos y otros mientras pensamos qué será lo próximo que digamos.
Yo tampoco sé de ninguna.

9 comentarios:

beatriz dijo...

Lo siento Félix no puedo ayudarte.

Mi día a día está lleno de conversaciones inconclusas, de frases sobreentendidas por inacabadas, de miradas de perdón y pasos rápidos.

Algo tan aparentemente sencillo se convierte en una sucesión de interrupciones y sobresaltos.

Lo siento Félix no puedo ayudarte.

Ana Pedrero dijo...

Y a todo esto..... yo creo que tenemos pendiente alguna.

Espero no morir sin que se nos cumpla. ;)

Un abrazo.

Lucano dijo...

A la memoria del bueno de Luis habrá que reinventar la tertulia que, en cierto modo, inventó él. Las bicicletas son para el verano... pero las tertulias también: no entienden de estaciones. Así el humo tejerá su nube más cerca del bueno de Luis.

Félix dijo...

Sé, Beatriz, que lo vemos desde distinto lado de la raya. En tu caso son conversaciones muchas veces obligadas por la circunstancia y, por eso, quedan a medias o son llevadas a salto de mata. Pero cuando tu conversación es desde este lado de la barrera, se te nota y se te ve a gusto. Así que aunque no lo creas, en algunos momentos podemos hacer tertulia y en eso sí ayudas.

Berrendita, está pendiente. A ver si algún día somos capaces de cuadrar agendas y charlar de todo y de nada. En tertulia.

Lucano, hay días en que tengo más que presente la memoria de Luis. Por eso he querido reivindicar para mí algo que deseó él. Pero no virtualidad de Messenger, ni Rona d'Alba organizada cual lección magistral, sino amigos con algo que decir, interés común o disparidad de criterio, en sobremesa y sin prisas. Café, pastas y palabras. La tertulia de los...jueves. ¿Por qué no? Aun en verano.
Cordialmente,
Félix

Ana Pedrero dijo...

Félix, yo me apunto. Pero..... ¿eres consciente de que algún día te tocará venir a Zamora?? ;)

Te esperamos, jajajaja.

Un abrazo.

Félix dijo...

Será cuestión de sopesar mayorías. Aunque, tal como van las cosas, cada día hay más posibles tertulianos en la bien cercada. ¿Por qué no?
Cordialmente,
Félix

Marisol dijo...

todo es proponerselo, o quizás sin proponerselo.... sí, creo que sería mejor aquella que surge de un momento entre amigos, o conocidos simplemente, un momento de cercanía, de estar a gusto, de hablar para disfrutar, sin discutir, sin chillar, respirando las palabras y las opiniones, compartiendo pensamientos y vivencias.....

Anónimo dijo...

Es algo que,en el tiempo en que vivimos no nos deja hacer, algo tan enriquecedor como es una tertulia hablando de todo y de nada...sin mirar el reloj.

Félix dijo...

No, Marisol. No es una cosa esporádica y perdida en el tiempo. Lo que busco es algo periódico, estable, donde unos cuantos, alrededor de temas de interés común, pensando que arreglan el mundo, pierdan (o ganen) el tiempo aportando cada uno un poquito y arreglen su propio mundo. Reunión de amigos o simplemente conocidos que, sin reloj, como dice Anónimo, quieran charlar de ilusiones o decepciones y, con ello, enriquecerse y enriquecer.
Seguramente, en los tiempos que vivimos, sea una utopía, pero por intentarlo que no quede.
Cordialmente,
Félix.