¡Nunca confiaré en los tintes!
Lo único que consiguen es engañarme mientras los demás siguen viendo mi interior.


martes, 10 de junio de 2008

La Pedrada

Termino de leer el trabajo, arduo e interesante, de Francisco Morales sobre la Ermita de la Cruz.

Magnífica búsqueda de datos y notas. Excelente exposición centrada en el ingente patrimonio de la Cofradía titular. Un recorrido por muros y nichos que, incluso sin tenerlos presentes, me ha permitido admirar lo conocido y lo desconocido. Porque aún es mucho lo que desconozco. Porque aún es mucho lo que tengo que aprender.

Cifras y letras, maravedíses y ducados, escudos y reales, piedras y madera, y, sobre todo, nombres rescatados de un polvoriento olvido. Nombres de hombres que a través de los siglos hicieron grande lo que ahora es de todos. Porque nadie debe renunciar a tomar como suya la historia de esta Cofradía, de la Semana Santa, de Salamanca.

He visto el Humilladero cubierto y descubierto. He imaginado la capilla de la Dolorosa en sus distintos momentos. He recorrido el empedrado de las calles de mi ciudad junto a imágenes que sólo quedan en los archivos, que ya ni en el recuerdo. He construido y reconstruido hospital, casas y capilla. He acompañado a arquitectos, artesanos, imagineros, canteros, cerrajeros y albañiles en sus trabajos. He vivido cinco siglos de historia junto a nazarenos y disciplinantes. Luz y sangre.

Pero, de todo ello, simple de mí, me quedo con una anécdota. Párrafo de las últimas páginas del extenso texto, analizando el Descendimiento, que recoge la andanza de un chaval. Una travesura.

Dice éste:
Como secuela de la piedad popular, un hecho curioso tuvo lugar en 1754, cuando se hizo frente al pago de 28 reales al cirujano Pedro Mendoza por atender las heridas ocasionadas a un muchacho por el muñidor de la Cofradía, Félix de Olivera, al sorprenderle tirando piedras insistentemente al Mal Ladrón, antes y después de que le quitaran de la Cruz, teniendo que pagar también al amo de la casa en la que el herido estaba de posada, por "el alimento de tres días que parece estuvo en cama", a todo lo cual consintió la Cofradía "mediante las causas justas que exponía y ser para que en lo sucesivo serviese de exemplar a otros y ver si con ello se contenían de cometer semejantes excesos".

Y, así, sin querer, se me ha venido a la cabeza "la pedrada" de don José María, que desde que se la escuché en homilía festiva al padre Maíllo, quedó guardada en la intimidad de mi pequeña semana santa.




La Pedrada
José María Gabriel y Galán

I

Cuando pasa el Nazareno
de la túnica morada,
con la frente ensangrentada,
la mirada del Dios bueno
y la soga al cuello echada,

el pecado me tortura,
las entrañas se me anegan
en torrentes de amargura,
y las lágrimas me ciegan,
y me hiere la ternura…

. . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Yo he nacido en esos llanos
de la estepa castellana,
donde había unos cristianos
que vivían como hermanos
en república cristiana.

Me enseñaron a rezar,
enseñáronme a sentir
y me enseñaron a amar;
y como amar es sufrir,
también aprendí a llorar.

Cuando esta fecha caía
sobre los pobres lugares,
la vida se entristecía,
cerrábanse los hogares
y el pobre templo se abría.

Y detrás del Nazareno
de la frente coronada,
por aquel de espigas lleno
campo dulce, campo ameno
de la aldea sosegada,

los clamores escuchando
de dolientes Misereres,
iban los hombres rezando,
sollozando las mujeres
y los niños observando…

¡Oh, qué dulce, qué sereno
caminaba el Nazareno
por el campo solitario,
de verdura menos lleno
que de abrojos el Calvario!

¡Cuán süave, cuán paciente
caminaba y cuán doliente
con la cruz al hombro echada,
el dolor sobre la frente
y el amor en la mirada!

Y los hombres, abstraídos,
en hileras extendidos,
iban todos encapados,
con hachones encendidos
y semblantes apagados.

Y enlutadas, apiñadas,
doloridas, angustiadas,
enjugando en las mantillas
las pupilas empañadas
y las húmedas mejillas,

viejecitas y doncellas,
de la imagen por las huellas
santo llanto iban vertiendo…
¡Como aquellas, como aquellas
que a Jesús iban siguiendo!

Y los niños, admirados,
silenciosos, apenados,
presintiendo vagamente
dramas hondos no alcanzados
por el vuelo de la mente,

caminábamos sombríos
junto al dulce Nazareno,
maldiciendo a los Judíos,
«que eran Judas y unos tíos
que mataron al Dios bueno».

II

¡Cuántas veces he llorado
recordando la grandeza
de aquel hecho inusitado
que una sublime nobleza
inspiróle a un pecho honrado!

La procesión se movía
con honda calma doliente,
¡Qué triste el sol se ponía!
¡Cómo lloraba la gente!
¡Cómo Jesús se afligía…!

¡Qué voces tan plañideras
el Miserere cantaban!
¡Qué luces, que no alumbraban,
tras las verdes vidrïeras
de los faroles brillaban!

Y aquél sayón inhumano
que al dulce Jesús seguía
con el látigo en la mano,
¡qué feroz cara tenía!
¡qué corazón tan villano!

¡La escena a un tigre ablandara!
Iba a caer el Cordero,
y aquel negro monstruo fiero
iba a cruzarle la cara
con un látigo de acero…

Mas un travieso aldeano,
una precoz criatura
de corazón noble y sano
y alma tan grande y tan pura
como el cielo castellano,

rapazuelo generoso
que al mirarla, silencioso,
sintió la trágica escena,
que le dejó el alma llena
de hondo rencor doloroso,

se sublimó de repente,
se separó de la gente,
cogió un guijarro redondo,
miróle al sayón la frente
con ojos de odio muy hondo,

paróse ante la escultura,
apretó la dentadura,
aseguróse en los pies,
midió con tino la altura,
tendió el brazo de través,

zumbó el proyectil terrible,
sonó un golpe indefinible,
y del infame sayón
cayó botando la horrible
cabezota de cartón.

Los fieles, alborotados
por el terrible suceso,
cercaron al niño airados,
preguntándole admirados:
-¿Por qué, por qué has hecho eso?…

Y él contestaba, agresivo,
con voz de aquellas que llegan
de un alma justa a lo vivo:
-«¡Porque sí; porque le pegan
sin haber ningún motivo!»

III

Hoy, que con los hombres voy,
viendo a Jesús padecer,
interrogándome estoy:
¿Somos los hombres de hoy
aquellos niños de ayer?

Ciclos que se enredan en mi cana para llevarme al mismo destino. Casualidades. Deliciosas palabras que quedan para siempre.

¿No es una preciosa coincidencia?

7 comentarios:

sentimientos y locuras dijo...

Como nos íbamos a perder eso Félix, Enhorabuena y gracias por compartirlo con todos nosotros. Gracias también por esta magnifica poesía, ya que Beatriz me hablo mucho de ella y yo nunca había leído. Es preciosa, además de lo que conlleva, ya que al albuelo de Beatriz le gustaba mucho Gabriel y Galán. De hecho me la ha leído y no le hacia falta mirar a la pantalla ya que se le venia a la cabeza. Muchas gracias

Lucano dijo...

Preciosísima, sí que lo es. Los niños de ayer siempre renegaron de la crueldad o de la deslealtad. A los hombres de hoy... siempre nos quedarán los niños de ayer.

Félix dijo...

Lo imaginaba, Jose. Porque yo también tengo sangre "castúa" y en casa siempre estuvo presente Gabriel y Galán. En todo caso, me alegra que la hayas leído aquí por primera vez.

Tienes razón, Lucano. De hecho más de una vez me han entrado ganas de apedrear a algún sayón, pero me he contenido al recordar que soy hombre y no niño aunque me cueste aceptarlo.
Cordialmente,
Félix

Anónimo dijo...

Me has hecho llorar recordando !como de bien¡recitaba mi padre todas las poesias de Gabriel y Galan,El ambargo , El ama,se las sabia todas (las castellanas) y sobre todo, ya digo.!como las recitaba¡
Pensaba que mi hija Beatriz no se acordaria de ellas, pero es cierto!calan hondo¡
Su libro sigue en casa sobado de tanto como lo releia.
Yo he querido leer las castuas, pero confieso que se me enreda la lengua y no paso de la segunda estrofa.
Muchas gracias

Félix dijo...

Los calostros, anónima madre de Beatriz, los guardamos todos, de alguna manera, hasta la vejez. Y si esas primeras leches son de calidad, se notan en la educación de cada uno. Por eso, el que el abuelo le leyese, poesía o novela, qué más da, pero que le leyese, es algo que a Beatriz le habrá aprovechado y le seguirá aprovechando siempre. Por eso se sabe "La Pedrada" y muchísimas otras cosas.
Gracias por tu visita y por dejarnos ver tus lágrimas emocionadas.
Cordialmente,
Félix

Alfredo dijo...

Que recuerdos, yo tambien me acuerdo de esa ¨pedrada ¨ y de esddia, Gracias Felix por hacerme recordadr buenos momento de mi Hermandad, pues si no me confundo, ese dia festivo es uno de los que mas disfrutaba al cabo de todo un año

Gracias Felix

Félix dijo...

Siempre agradan los buenos recuerdos, Costalero. Además, son los que nos ayudan a continuar con ilusión. Así que sigamos recordando para mantener y, si es posible, mejorar lo que tenemos.
Cordialmente,
Félix