¡Nunca confiaré en los tintes!
Lo único que consiguen es engañarme mientras los demás siguen viendo mi interior.


sábado, 5 de abril de 2008

Octava de Pascua


De domingo a domingo

te vengo a ver.

¡Cuándo será domingo,

para volver!


11 de marzo. Comentario al pregón. ¿Y...?

Más de tres semanas sin poder acercarme a esta ventana para descargar contenido. Para soltar interioridad. Buena y mala. ¡Menuda cuaresma!

¿Qué sería de nosotros sin poder comunicar a los demás nuestros sentimientos?

Recuerdo el unico gran viaje que realicé en soledad. Cuatro meses sin más compañía que mi R-5 y un mapa de carreteras. Cuatro meses de trabajo en tiempos de aprendiz y con tiempo para aprender de otros. En esos días, en esos cuatro meses, no podría precisar cuándo, seguramente al hacer consciente mi inconsciencia, opté por no volver a mirar fachadas, por no admirar la grandiosidad de catedrales y palacios de aquellos lugares por los que pasaba, porque eso me creaba malestar. Y no encontraba razón hasta que un día, absorto contemplando la, seguramente, abadía más espectacular que he visto en mi vida, no tuve con quién comentar la grandeza de lo observado. ¡No había a quién decirle que me emocionaba aquello! No tenía con quien compartir la belleza. Y, así, todo perdió su valor. Y decidí no volver a hacer turismo en el tiempo que me restase.

Quizá un poco drástico, pero es esa necesidad de contacto con los otros, con los cercanos, los íntimos, lo que me llevó a rebelarme contra mi situación. Seguro que me equivoqué, pero no me arrepiento.

Hoy me doy cuenta de que, después de casi un mes sin contactos virtuales, tengo la cana más blanca. Porque no ha sido regada como ella requiere. Porque no he sido capaz de atenderla. Conscientemente incapaz.

Pero, con clara intención de subsanar, me vuelvo a pasar hoy por aquí para dejar de nuevo mi rastro. Para decirme a mí mismo que aún sigo vivo, que todo se supera y que, al final, el camino vuelve a ser tan llano como era antes de comenzar la escalada. Y lo digo por mí, pero valga también el recuerdo en mis frases para todos los fabricantes de sueños que, por motivos ignotos, han caído en desgana, falta de tiempo o aburrimiento. Que sepan todos ellos que otros les echamos de menos y que pasamos por sus puertas y ventanas a diario para oler lo que se cuece en sus cocinas. Y da pena, mucha pena, oler la humedad de la tristeza y la rancia desgana que se adivina. Seguramente por la dedicación a menesteres más prosaicos pero que nunca dan las satisfacciones que proporciona el contacto con los amigos. Pues, aun así, que lo sepan.

No vuelvo porque siempre he estado por aquí. Con el alma ahogada por no poder entrar, pero siempre por aquí. Y por allí, por supuesto. Orgulloso de mi traje académico en Martes de Pasión, iluminado sabiamente por Hijo y Madre. Feliz por cumplir un deseo y por hacerlo en compañía. ¡Qué importante la compañía! Corto transecto para impregnar de solemne colorido universitario la calle estudiantil por excelencia, la calle de los Libreros. Mi calle. Bueno,... una de ellas.

Todo lo demás ha sido como espectador expectante. Ilusionado. Orgulloso de sentirme parte de ello. Aunque sin hábito, yo también he hecho mi procesión. ¡Y con estación de penitencia!

Me he visto partícipe de todas. Desde atrás, en el paso de un portal o resguardado del frio viento a la querencia del alfeizar de una ventana. Pero he participado. Y me gusta. Es otra sensación. Es algo diferente. Pero me ha gustado. Me ha gustado la Semana Santa de Salamanca. Desde su recién parida Borriquilla hasta el glorioso estandarte del Resucitado. He anticipado su llegada, como muchos, recorriendo el camino que va desde la íntima procesión del Cristo de la Buena Muerte en el día de inicio de la Cuaresma, hasta el recorrido que, por su barrio, que es Salamanca, hace la la Virgen de los Dolores en su Viernes. Ese viernes que le quitaron para hacer otoñada pero que muchos aún recordamos como su día y por ello se la pasea. Para que dé su permiso. O no. No es permiso la palabra correcta, sino para avisarnos, con todo su dolor, de lo que viene; para decirnos que comienza la Semana de Pasión. Nuestra semana.

¡Sí! ¡De verdad! Me ha gustado. He visto bueno y malo. He visto bonito y feo. He visto mejorado y mejorable. He visto amigos y... menos amigos.

Pero con todo, sin más, me gusta mi Semana Santa. ¡Y mucho!

Domingo, Lunes, Martes, Miércoles, Jueves, Viernes, Sábado y Domingo. Días en mayúscula. Porque, incluso los que sufrieron, los que no pudieron, los que no se lucieron, estoy seguro de que han vivido esta Semana Santa como única y, a pesar de todo, la han terminado orgullosos de sí mismos. Porque en la calle se hace cofradía, pero en la adversidad se hace hermandad. Y muchos han hecho hermandad. ¡Felicidades!

Cierto es, ya lo dice Lucano, que se hace necesario el replanteamiento. Algunos han comenzado a moverse. Sólo deseo que sea en dirección adecuada. Pues me da miedo.

Ahora sí. Ya pasó. ¡Hermanos, hasta el año que viene! ¡abajo, que es abajo! ¡AHÍ QUEÓ!

5 comentarios:

Lucano dijo...

Ya pasó. Como siempre y como nunca. Te supe ahí, abrigado en portales o bajo cornisas. Veremos cuánto miedo nos termina por dar el re-movimiento. ¡Feliz Octava y re-Octava!

Félix dijo...

Sí, Lucano. Ya pasó. ¿Ya pasó? ¡Seguro que no!
Terminaron las procesiones, los agobios de la Semana, las preocupaciones de ponernos en la calle... pero muchos seguiréis con el día a día. Y eso nunca termina, ¿no?
Y, además, pendientes de los movimientos o re-movimientos de los demás. Porque, al final, siempre nos afectarán y el más despistado se puede llevar una sorpresa.
Insisto. Miedo me da!
Cordialmente,
Félix

Cvlocolorao dijo...

Magníficas entradas. Me gusta leer que a alguien le ha gustado la Semana Santa de Salamanca. Porque a mi también me ha gustado, la que es, la que fue, y la que puede llegar a ser. Si la sencillez franciscana nos guía, creo que hay poco a lo que temer, salvo una cosa: el hallazgo de lo sencillo se suele producir tras ardua y nada sencilla búsqueda.
Saludos

Félix dijo...

Bienvenido, Cvlocolorao. Agrada saberse leído allende la mar océana.
Creo que a mí, a nosotros, como a todos, nos gusta nuestra Semana Santa. Aunque sea el blanco de nuestras más feroces críticas, siempre será algo tan nuestro que no podremos renegar de ella, como si de un hijo o un padre se tratara. Por eso, cada vez que veo una procesión la siento como mía y me gusta. Sinceramente.
Cordialmente,
Félix

Cvlocolorao dijo...

Gracias por el recibimiento. Se te leé, y con gusto, ¡por supuesto! Magnificas entradas. América seguirá pendiente de tus letras.

Un abrazo