Corría la primavera de 1987, si no me falla la memoria, cosa que cada día ocurre con mayor frecuencia, cuando alguien llamó a la puerta del laboratorio, compartido, que acababa de estrenar junto a mi condición de recién licenciado aspirante a comerme el mundo.
...
-¿Se puede?- Oí que decían desde fuera al tiempo que sonaban los golpes en ella.
-¡Sí, sí!, ¡Adelante!- Contesté.
-Hola. Buenos días. Somos comerciales de El Corte Inglés. No sé si sabrás que estamos recorriendo diferentes centros oficiales de Salamanca para informar de la próxima construcción de uno de nuestros centros y, al tiempo, si te interesa, proporcionarte la tarjeta de compra del centro- me dijeron unos jóvenes trajeados (al menos así los recuerdo), mientras me mostraban los impresos que había que rellenar para solicitar la tarjeta de compra.
-¡Concho!- dije yo. -¡Un Corte Inglés en Salamanca!- volvía a decir, mientras ellos miraban con asentimiento. Con cara de haber escuchado ambas exclamaciones muchas veces esa misma mañana.
-Sí. Se han realizado los estudios de mercado y se ha comprobado que Salamanca reúne las condiciones idóneas- fue su respuesta. Mecánica aunque sin perder la sonrisa. No era la primera vez que la utilizaban. Estaba claro.
-Pues me alegro. Seguro que nos viene bien- y diciendo esto, completé el formulario de solicitud, despidiéndonos con un apretón de manos.
-...¡El Corte Inglés! ¡En Salamanca! ¡Antes que en Valladolid!... Nos vendrá bien- fue todo lo que pensé (o al menos es lo que recuerdo).
...
Durante el año 1988 mi trabajo me obligó a viajar con frecuencia a Valladolid, donde debía permanecer al menos una semana cada vez que la visitaba. En una de aquellas visitas, sería a mediados del año, tuve la oportunidad de "estrenar" el nuevo El Corte Inglés que se había construido en el Paseo de Zorrilla. Era uno más dentro de la cadena de grandes almacenes, pero no era el de Salamanca, estaba claro.
Burgos, León,... ¿¿¡Y el de Salamanca!??
Se volvía a recordar, con más o menos inquina, la historia pasada (más leyenda que historia por lo que he llegado a saber) por la que la empresa fabricante de automóviles Renault tuvo que ir a implantarse a Valladolid debido a la radical oposición de la Iglesia y la Universidad, encabezadas por el obispo Barbado Viejo. Eran los años cuarenta. España despegaba y Salamanca comenzaba a quedarse anclada en La Raya. Ese límite que nos ató siempre al poniente mientras los demás despegaban.
-Bueno, al menos nos darán autovías- decía la gente en los corrillos, como falso consuelo, al ver la mole levantada en la ciudad del Pisuerga.
Al final, nos tuvimos que conformar con el Palacio de Congresos de Castilla y León, que sería, según dijeron, el mayor revulsivo en muchos años para la vida y la economía de la ciudad (¡Coño!, con los pronósticos).
Desde entonces, los rumores sobre la construcción del correspondiente centro de El Corte Inglés en Salamanca, iban y venían con más o menos intensidad según los periodos temporales por los que pasara la ciudad. Así hasta que, en el verano de 2007, se ve con claridad la inminencia del derribo del abandonado cuartel de D. Julián Sánchez "El Charro" y sus dependencias anejas para construir... El Corte Inglés.
En septiembre del año 2007 comenzó el derribo. No había vuelta atrás. Estaba todo firmado y la construcción del centro de El Corte Inglés de Salamanca comenzaba. Algo que la ciudad había esperado durante años se hacía realidad.
Pero el salmantino, por lo que he aprendido, es aficionado a especular, generalmente con pesimismo, sobre los resultados de cualquier proyecto que se intente establecer en esta ciudad. Aunque no le vaya nada en ello. Valga el ejemplo antes mencionado de Fasa y el integrismo diocesano.
Recuerdo el más cercano proceso de construcción de hoteles que se disparó en aquella Salamanca que esperaba como agua de mayo poder poner en práctica su recién inaugurada condición de Capital Europea de la Cultura que ostentaría durante todo 2002.
-¡Esto es lo nunca visto!- decían unos. -¡Adónde vamos a llegar! ¡Se van a arruinar!- comentaban otros. -¡¿Para qué tantos hoteles en Salamanca?! ¡Están locos!...- Como si nos fuera el capital en ello. El nuestro, nuestros ahorrillos de toda la vida.
-¡Allá ellos! Ellos sabrán lo que hacen y, además, arriesgan su dinero; así que...- decía yo, pensando que eso podía ser un buen principio para hacer de Salamanca la ciudad turística que siempre quisimos, a la que pronto debería unirse una buena colección de autovías. (No digo que tuviera que ser algo inmediato. De hecho acabamos de inaugurarlas). Y ahí siguen, recibiendo turistas y, lo que es mejor, sin haber tenido que pedir dinero a los que tanto se preocuparon por su bienestar empresarial.
Bueno, pues, ahora, El Corte Inglés de Salamanca parece ya una realidad. Ayer pasé por lo que supuse sería su parte trasera, después de casi dos años sin haber pisado aquellos parajes, y vi un nuevo edificio terminado completamente. Me sorprendió. Recordé a todos aquellos que se oponen a él como si fuera a ser su ruina. Jubilados o asalariados que opinan sobre el futuro del comercio local como si en él tuvieran arte o parte. Los mismos agoreros que vieron el desastre que se nos venía encima cuando, qué tiempos, comenzó a funcionar en nuestra ciudad su primer gran centro comercial: ¡El PRYCA!
Según aquellos, los pequeños ultramarinos se hundirían. El pequeño comercio acabaría por desaparecer. ¿Y qué ocurrió? ¡Nada! o, como más, que podías encontrarte al tendero de la esquina empujando carros con cogüelmo, repletos de productos en oferta que luego revenderían en su pequeño negocio, con el consiguiente beneficio para ambas empresas.
Después vinieron El Tormes, E.Leclercq, Decatlon, Capuchinos,... y sigue habiendo tiendas de ropa, de electrodomésticos, de deportes, de calzado,... de las de toda la vida. Y muchos seguimos comprando en ellas, aunque también participemos de lo que nos ofrecen estas "grandes superficies". Es así. Es lo mejor. Por eso, no entiendo a los detractores de la apertura de El Corte Inglés. ¡El que no quiera que no vaya! Pero, dejemos que quienes hasta hoy lo hacen siguiendo la ruta de los portugueses hasta Valladolid, tengan la opción de disfrutarlo al lado de casa. Dejemos que quienes tengan pisitos para alquilar en las cercanías, especulen con sus precios. Dejemos que quien pueda, se aproveche de ello. Y los demás, los que ni ganamos ni perdemos, a lo nuestro.
Yo, por lo menos, pienso ir desde el mismo día de su inauguración, que siempre me gustaron las escaleras mecánicas y no las planas rampas para carritos de los supermercados. Y seguro que compro... hasta el capirote de Semana Santa.